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Marcos Valencia el primer escritor inclusivo

Marcos Valencia. El primer escritor inclusivo

No hace falta aclarar mucho quien es mi amigo Marcos. Para quiénes no tienen la fortuna de conocerlo, es uno de los grandes escritores de medios digitales y nosotros tenemos la suerte como equipo, de poder contarlo entre las filas del Mendo.

Valencia es -aunque él no quiera reconocerlo- padrino literario de muchos de los autores que hoy publican en el sitio. Más de uno creció como escritor leyendo la mítica novela por capítulos «Fue Foul«.

Marcos no solo es un gran autor, sino que a mi entender, fue el primer escritor inclusivo de la era digital en nuestra provincia.

Un tipo fuera de serie. Porteño de nacimiento, mendocino del corazón, repartió su talento entre escritos del Mendolotudo, mechados con grandes obras en Ropa Sucia. Todavía recuerdo como si fuera ayer, al leer los textos adaptados para un público cuyano sediento de dejarse conquistar, como Marcos le agregaba artículos a los nombres propios. Así nuestra protagonista Elisa, para nosotros era La Elisa. Pequeños gestos que hacen a la grandeza.

¿Por qué digo inclusivo?

Porque ser inclusivo no es solamente escribir con @, X y E, algunos términos que denotan el género. La inclusión va mucho más allá. Incluir en literatura, es traer a aquellas personas que se quedaron en la valla de entrada de cientos de obras y libros, por no poder manejar el lenguaje propuesto en ellas.

¿Cuántos adjetivos amarretes habrán echado a jóvenes entusiastas de letras, con la sola voluntad de poner una distancia aristocrática? ¿Cuántos sustantivos crueles habrán cerrado las puertas para siempre, a la gente de a pie que no pudo criarse leyendo?

Tuvo como escritor sus momentos de mayor delicadeza. Supo sortear una larga y aguda tristeza, que ni en su etapa más grave lo hizo claudicar del amor por las letras y la dedicación por los lectores. Sembraba en la sequía, cuando todos los demás abandonaban esos campos infértiles.

Y lo miro ahora sonriente, sentado con su guitarra y veo a un tipo que hizo deleitar tanto a escritores como a personas que nunca hojearon siquiera el Billiken. Él los tomaba desde el desamparo y los traía silenciosamente, semana tras semana, a seguir una historia de amor, aventuras y desengaños, en un sitio en el que se sintieran cómodos y bienvenidos, como es El Mendo.

Ajeno a las estridencias y enemigo de las grandilocuencias, militaba por una palabra justa. Nunca de más, nunca de menos. Las gentes que supo describir en sus relatos, eran personas comunes y corrientes, con historias -en principio- normales que repentinamente se tornaban en viajes espectaculares.

Así, sin darse cuenta y con un trabajo de hormiga, los fue invitando a embarcarse en mil aventuras, todas y cada una de ellas con una manera igualadora para darles cobija entre sus palabras. Pero igualadora no era sinónimo de mediocridad, ni de nivelar hacia abajo, todo lo contrario. El tipo le daba un tratamiento embellecedor a las palabras más simples, que hacía sonrojar a más de una esdrújula envidiosa.

Valencia de alguna manera lograba convencer a las frases más sencillas, tanto de la perfección como del potencial que encerraban. Luego ellas solas sin necesidad de cubrirse ni de modificarse, salían coquetas a adornar y engalanar textos de ensueño.

Domador de estrofas imposibles y de recursos literarios tiranos, supo escapar a las fauces de la vanidad del escritor mediocre, para vencer muros acartonados y convertirlos en puentes de letras, que ayudaron a más de una mente a comenzar su camino por la lectura. Supe regalar ilusiones a quiénes no conocían de cuentos, ni relatos. Alimentó fantasías, mientras animaba a nuevos lectores a creer que lo irreal era solo una limitación de la mente.

A toda esa gente mi amigo Valencia la incluyó.

Y lo hizo de la manera más perfecta. Sin decirles que lo estaba haciendo. Porque si hay algo mágico en los procesos inclusivos, es cuando la mano que los acompaña pasa inadvertida, haciéndole sentir al excluido, que las cosas por fin están empezando a cambiar.

Por eso y por mucho más. Gracias Marcos.


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