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Un mendocino en Aniakchak: travesía en la Península de Alaska

Volcán Aniakchak, desde Port Heiden.

Aniakchak National Monument es el parque nacional menos visitado de Estados Unidos (la temporada pasada se registraron 11 visitantes), se encuentra ubicado en la península de Alaska, entre el mar de Bering y el Golfo de Alaska.

La enorme caldera del volcán Aniakchak se formo cuando una erupción hizo colapsar la montaña de 2300 metros de altura hace 3700 años, dejando un cráter de 700 metros de profundidad y de un poco mas de 10 km. de diámetro.

Dentro de la misma hay varios conos volcánicos mas chicos, siendo la ultima erupción registrada en 1931.

Atardecer en Port Heiden.

Dentro del cráter hay un lago llamado Surprise, desde donde nace el río Aniakchak, que fluye hacia el este, en dirección al golfo de Alaska, donde desemboca.

El objetivo de la travesía es escalar el volcán, atravesar el cráter hasta llegar al lago Surprise, de ahí preparar los botes, atravesar el lago, hasta llegar al nacimiento del río Aniakchak, y bajar por este hacia el mar, básicamente, atravesar la península de Alaska, desde el mar de Bering, hasta el golfo de Alaska.

Somos 5 personas en este equipo, Jerry, Kasey, Jenny, Kiersten y yo, nosotros hacemos la primer parte de la travesía, de 8 días, después nos separamos al salir al mar, mientras que Kasey y Jerry continúan por dos semanas mas recorriendo la península.

Esta es una zona donde todo es remoto, no hay caminos que comuniquen las pequeñas poblaciones que están repartidas por la tundra y muy alejadas entre si, cuya economía de subsistencia se basa en la pesca principalmente, así que la única manera de llegar a estos destinos es por aire. Pequeñas aerolíneas aéreas con avionetas hacen estos recorridos, cuyas pistas de aterrizaje suelen ser calles de ripio al costado, o a veces, en el medio de los pueblos.

Nuestra travesía comienza en el pueblo pesquero de Port Heiden, al que llegamos después de dos vuelos, sobrevolando la increíble tundra, surcada de interminables ríos y lagos, que parece una pintura impresionista en movimiento que va cambiando con el avance del avión.

Pasamos un día en Port Heiden organizando la logística y los últimos preparativos del viaje para salir al día siguiente a media mañana, que parece un poco tarde, pero no es problema en esta época del año, cuando hay luz solar hasta la medianoche.

Tratando de hacer avanzar un poco mas los foutracks en la nieve.

Salimos al día siguiente en nuestra caravana de fourtracks que nos acercará hasta la base del volcán, como en muchas zonas de Alaska, no hay muchos caminos en este área, así que hay que abrirse paso por tundra, pantanos, arena, y estos son los únicos vehículos que pueden lidiar con esta variación de terrenos.

Empieza el ascenso al cráter.

Entrando a la caldera del Aniakchak, cráter de la erupción de 1931.

Finalmente llegamos a la base del volcán a las 5 de la tarde, y de ahí empieza la caminata de ascenso al cráter, con algunas dificultades con la navegación por un manto de nubes que nos cubre, y reduce la visibilidad a no mas de 50 metros, y ahí es cuando empezamos a recordar las advertencias que nos dieron sobre el clima de esta zona, pero logramos cruzar el borde del cráter y entrar a la caldera, donde armamos nuestro primer campamento, para subir al monte Vent, uno de los conos volcánicos que hay dentro de la caldera, al día siguiente.

Entrando a la caldera, monte Vent al fondo, objetivo del día siguiente.

Al día siguiente vemos con alivio que esta totalmente despejado e incluso caluroso, subimos al monte Vent en mangas cortas, el sol pega muy fuerte incluso, así que hay que improvisar formas de protegerse, nadie estaba preparado para esto, todo lo contrario.

Mientras atravesamos la caldera, nos encontramos con huellas de osos, varios rastros diferentes, lo que parece fuera de lugar en un paisaje tan desolado como este, y mi primer sentimiento de inquietud, quizás por ser el único del grupo que nunca ha visto uno, y vemos con sorpresa, que uno de los rastros sube hacia el monte Vent.

Este fue el primer indicio de vida que vimos, en este lugar, que a pesar de haber sufrido una erupción volcánica mayor en 1931, se ve lleno de vida, sobre todo en la parte norte, donde el piso de la caldera es mas bajo.

Huellas de osos, las de la izquierda van hacia el monte Vent, llegaban casi hasta la cumbre.

Nuestro primer campamento en la caldera, el punto rodeado de nieve, abajo a la derecha.

El Mendolotudo en la cumbre, cráter del Aniakchak en el fondo, y mas atrás, el mar de Bering.

Con el grupo en la cumbre del monte Vent., Kiersten, Kasey, Mario y Jerry.

A la vuelta de la cumbre, seguimos atravesando la caldera para llegar al lado norte de la misma, hasta la orilla del lago Surprise, donde empieza otra etapa del viaje.

Lago Surprise, en el norte de la caldera.

El lago Surprise esta en el norte de la caldera, esta parte es mas baja, y ya se ve mas vida, hay grupos de caribues cerca de nuestro campamento, y vemos un castor nadando cerca de la orilla, cosa rara, ya que el agua del lago en este lado es ácida por la actividad volcánica, que se intuye fácilmente por el color rojizo del barro de las orillas y las burbujas de gas que salen del fondo del lago.

Sin embargo en la otra orilla el agua ya esta mas mezclada, y es normal, salmones van a desovar a aquella zona en esta época del año.

Preparando los botes para atravesar el lago.

La travesía del lago es la primera prueba de fuego del viaje, para algunos es la primera vez con un bote tan cargado, para mi, es la primera vez en esta clase de botes.

A estos se les llama pack-raft, es un kayak inflable individual súper liviano (menos de 3 kilos), y muy chico desinflado, y fácil de llevar en la mochila, pero muy resistentes, y capaces de enfrentar rápidos en ríos con las mismas prestaciones de un kayak de río estándar

Atravesando el lago Surprise.

Empezamos a atravesar el lago en dirección al este, y ya se empieza a divisar una impresionante brecha en la pared del cráter, esa es nuestra salida del mismo, el inicio del río Aniakchak.

Antiguamente el lago tenia el tamaño de todo el cráter (casi 10 km.), hasta que hace alrededor de 2000 años se abrió esta brecha en el cráter que hoy se conoce como The Gates (las puertas), causando una inundación catastrófica, y reduciendo el tamaño del lago a lo que vemos hoy.

Al llegar a estas puertas comienza el río Aniakchak, y los primeros rápidos.

The Gates, la impresionante salida de la caldera hacia el valle.

Comienza el río Aniakchak.

Los mejores rápidos están al comienzo del río.

Saliendo de The Gates.

A partir de hoy nos quedan 2 días en el río, los cuales pasan sin incidentes importantes, mientras bajamos por el río vamos afinando nuestra técnica, así como también la planificación en lo que se refiere a seguridad, estamos en una zona muy remota,y a pesar de contar con teléfonos satelitales, de poco sirve en este entorno, hay que hacerse la idea de la autonomía total, cada decisión que se toma, cada detalle, por chico que sea, hay que pensarlo muy bien, no se puede dejar ningún cabo suelto, y ser consciente todo el tiempo.

Normalmente hacemos tramos de bajadas de 15 minutos mas o menos, hasta que se encuentra un lugar en la orilla en el que sea fácil desembarcar, y si se ve que hay rápidos aguas abajo, se camina por la orilla del río tratando de encontrar un punto elevado para estudiarlos, y elaborar estrategias para pasar esas partes.

Una vez que estudiamos cada rápido, volvemos a los botes, baja el primero del grupo hasta el próximo punto de reunión, y avisa a los demás si encontró alguna novedad, y así empezamos a bajar uno por uno, hasta agruparnos otra vez.

Las puertas, desde el valle.

El clima nos sigue acompañando en esta etapa, solo después del segundo dia cae un poco de lluvia, pero es soportable, nada comparado con lo que nos habíamos tratado de preparar psicológicamente del viaje, por relatos de otros viajeros que tuvieron que soportar temperaturas bajísimas, lluvias interminables, fuertes vientos, incluso tener que haber abandonado campamentos y perdido equipo por algún temporal violento y sorpresivo.

A medida que bajamos por el valle, la vegetación va cambiando, se va haciendo mas espesa y alta, a los costados del río, principalmente, haciendo que las exploraciones a pie para estudiar el río se vuelvan cada vez mas difíciles y lentas, aquí crece un arbusto llamado almer, de unos dos metros de altura, cuyas ramas se enredan con las de los que están al lado, haciendo el transito muy difícil, las ramas se enganchan en la ropa, en los chalecos salvavidas, mochilas, en los pies, el agua que se junta en sus hojas nos moja cuando los movemos para abrirnos paso, y a la vez pueden crear otro peligro, al no haber visibilidad se puede encontrar cerca de un oso, y eso es lo peor, encontrarlos de sorpresa los hace sentirse acorralados y reaccionan muy agresivamente al sentirse atacados, no es como encontrárselos en campo abierto, donde el ve venir a la gente u otros animales, y generalmente se va.

Por suerte nunca tuvimos un encuentro, y a pesar de llevar 2 armas de fuego como defensa, siempre lo mejor es evitar todo encuentro, este día dos de las chicas que iban al final del grupo, pararon a descansar con sus botes en la orilla del río, y vieron un wolverine, que se traduce como glotón, que iba hacia ellas, por suerte estaban en sus botes y pudieron continuar navegando, este es un animal muy agresivo, y a diferencia del oso, si ataca sin motivos.

Vegetación y colorido de la tundra.

Buscando el lugar para el próximo campamento.

Los últimos rápidos, el valle se abre cada vez mas.

El ultimo día en el río se nos hace bastante duro, empezamos con rápidos, donde solo hay que remar para dirigir el bote a través de obstáculos, pero a medida que bajamos al valle, se pierde pendiente, y el río se pone lento, ahora hay que remar para avanzar, y es cuando se empieza a notar el cansancio acumulado en estos días, la lluvia se ha puesto mas persistente aunque no torrencial, pero es permanente, la ropa esta mas mojada y el viento aumenta la sensación de frío.

El río pierde velocidad, y pierde profundidad al ensancharse, empiezan los primeros encallamientos en la arena del fondo.

El plan para hoy es llegar a las 10 de la noche al mar, peo mientras remamos, vemos como esta predicción se aleja cada vez mas de la realidad, las agujas se siguen moviendo, y el paisaje no cambia mucho, hay partes que el río se empieza a abrir, por tanto pierde profundidad, el bote no flota mas, y hay que bajarse y empezar a arrastrarlo hasta donde flote otra vez, causando que se moje un poco mas el equipo, y que el humor siga cayendo en espiral cada vez mas al fondo del inframundo.

Acá tuve la ventaja, al ser el único hispano hablante del grupo, de poder hacer abuso del idioma con total impunidad al referirme a la situación en voz alta.

El tiempo sigue pasando, empiezan a aparecer calambres en las manos, contracturas en la espalda, y el frío se hace cada vez mas intenso, ya se escuchan las olas rompiendo en la playa, pero es solo una falsa esperanza, pasa una hora, hora y media, y no se ve el mar.

Las contracturas ya son tan fuertes, que no puedo siquiera abrir la bolsa seca para sacar la cámara de fotos, el río nos despide con todos los honores.

Solo hay un pensamiento en la mente, remar, uno a la vez, y la cabaña es lo único que hay fuera de ese pensamiento.

Finalmente, llegamos al mar cerca de la una de la mañana, con el ultimo resplandor de sol en el horizonte, vamos rápidamente a la cabaña, no se pierde un segundo, a preparar te, café, prender la salamandra, cambiarse la ropa mojada, aunque yo no tengo esa opción, no me queda nada seco, no me queda otra que quedarme parado al lado de la salamandra envuelto con una toalla.

La cabaña en la playa.

Esta cabaña de 100 años fue parte de un establecimiento pesquero, pero ahora es de uso publico, esta en perfecto estado a pesar de su antigüedad, tiene camas con colchones inflabes, salamandra, cocina, mesas, sillas, combustible y comida, un verdadero lujo pensando en el estado en el que llegamos esa noche.

Al día siguiente tuvimos la mala noticia que llamó el piloto, que tenia que ir a buscarnos esa tarde, porque esta pronosticada una tormenta para el día siguiente, una pena, porque el plan era quedarse para explorar y hacer trekking por los alrededores un par de días mas, hay incluso ruinas de las poblaciones originarias de Alaska en la zona.

Y aquí fue que me vino la duda sobre una parte del plan del viaje que no me había quedado clara por el stress de los preparativos previos al viaje, que era justamente el retorno a la civilización, no sabia que era de ese lugar, ¡y en avión!

Mientras me explican que el avión aterriza en la playa, yo la miro y veo una playa muy inclinada, con pedazos de madera, troncos y algas por todos lados, raro para el que viene de la ciudad y piensa que los aviones solo despegan de aeropuertos.

Estamos preparando las mochilas y un estruendo sacude la cabaña, el piloto hace un vuelo rasante sobre la misma para avisar que ya llego, y aterriza en la playa llena de escombros, y en menos de 100 metros.

Nuestro transporte, Piper Cub, de los años 30, con gomas gigantes, especiales para aterrizar en cualquier clase de terreno.

Estas son los “bush planes”, o aviones de la estepa, llamados así por los locales por su capacidad para aterrizar en cualquier lado, sin necesidad de pista, por su bajo peso y las ruedas especiales, una maquina imprescindible en Alaska, donde casi todo el transporte es por aire, y las pistas de aterrizaje de las aldeas son de ripio, o directamente, no hay.

Creo que todos hemos leído alguna vez de las hazañas de los pilotos de Alaska, y lo mismo ver despegar este avión de 80 años de una playa llena de mugre y pedazos de tronco, y en menos de 100 metros, es impresionante.

Último paseo por la playa antes de volver.

El viaje en esta avioneta fue increíble, casi otro viaje aparte, como vuelan muy bajo, pudimos ver un paisaje increíble, los riscos en la playa, montañas y cascadas, y el piloto además iba buscando animales para mostrarnos, a veces giraba un poco el avión para que los viéramos bien, alces, caribues, osos, águilas en sus nidos en los acantilados de la playa.

Después de una hora de viaje, que por dentro deseaba que no terminara nunca, llegamos al pueblo pesquero Chignik Lagoon, ubicado en una bahía increíble, rodeada de montanñas nevadas y glaciares.

Chignik Lagoon, increíble bahía rodeada de montañas.

Los últimos preparativos para el inicio de la temporada de salmón que empieza en pocas horas.

El aeropuerto de Chignik Lagoon es una calle de ripio en el medio del pueblo, señal de aviso de mover todos los autos de la calle cuando esta por aterrizar un avión.

Estos días han sido muy intensos, llenos de aventura, y he visto algunos de los mejores paisajes de mi vida, pero lo mas interesante para mi es cuando uno llega a estos poblados remotos, aislados, y habla con la gente, se percibe algo como un sentimiento de autosuficiencia, de aislación, pero también de paz, incluso cuando se escuchan historias como la que del que le dio un ataque, y tuvo que aguantar hasta que llegara el avión al otro día para tener atención médica, o la de la maestra que salio a correr, y como no volvía, la fueron a buscar, para descubrir que se la había comido una manada de lobos, que uno piensa que esas son historias de otro mundo, de otro siglo, lo que pasaba en el “lejano Oeste”, y sin embargo eso existe en nuestro mundo de las redes sociales, de la conexión a Internet 24/7, este mundo, esta vivo, convive con nuestro tiempo, con su simpleza, crudeza, y belleza, atemporal.

Los paisajes que transitamos, sonidos e imágenes que quedaron grabados en mi memoria a fuego son únicos, pero las historias que cuenta esta gente son lo que mas me hizo admirar, respetar, y querer este lugar del mundo.

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Escrito por Mario Acquaviva para la sección:

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