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Los mitos pelotudos de la niñez – Parte uno

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Señores padres, como todos saben (o no, si son ignorante y llegaron a salita de 4): los mitos son relatos creados por los pueblos para explicar el origen del universo, de la humanidad y fenómenos de la naturaleza. Tienen una estructura similar a la de los cuentos de ficción. Tienen un significado diferente para el creyente, para el antropólogo, para el filólogo, para el carnicero, para el vendedor de estopas. Una de sus funciones es consagrar la ambigüedad y la contradicción. Un mito no tiene por qué transmitir un mensaje único, claro y coherente (como verán en la clasificación de los de mi infancia). La mitología es una alternativa de explicación frente al mundo que recurre a la metáfora como una herramienta creativa. Estos tipos de relatos se adaptan y se transforman de acuerdo a quién los cuenta y el contexto en el que son transmitidos. Son fluidos, interpretables.

¿Qué pasa cuando uno es niño y te vienen con estas porquerías? ¿Con mitos amenazantes para tu salud mental? (a excepción del Ratón Fernando Pérez, Los Reyes Magos y El Gordo de Navidad que parecen mitos pero no lo son, porque yo sé que existen, mientras miro un punto fijo en la pared de mi celda). Quisiera compartir con ustedes y ustedas los mitos que procedieron de la boca de mis padres que seguramente son los mismos que salieron de la boca de cada progenitor vuestro:

Si te comés las uñas te va a crecer una planta de uñas en la panza: -Emmmm… no nada, las plantas de uñas no existen má.

Le faltó decirme que si me las seguía comiendo me iban a crecer tanto que me iban a arañar el sistema digestivo y me iba a desangrar por dentro, así me daba un poquito más de impresión. ¿Por qué si me comía las uñas justamente?, ¿y si comía verduras (que sería más factible que crezcan; son seres vivos porque se pueden volver a desarrollar) que también eran incomibles a esa edad? ¿Iba a tener una huerta en la panza?, menos mal que los pepinos no me crecieron cerca del culo, una palta en el esófago o una zanahoria no me fertilizó el hígado.

Uno de los peores traumas de mi vida, morir por una ramificación de uñas carnívoras. A Marley no creo que la madre le haya dicho: – Ale Weber, no comas bichos que te va a crecer un insectario en la panza.

Los bebés proceden de:

  • Una cigüeña que los trae de París: un ave ciconiforme que trae en su pico envuelto a un bebé. Físicamente, cigueñísticamente hablando, eso es imposible ¿Cómo hacen para llevar a una personita pequeña en su pico? Con suerte pueden caer al océano si vienen de París ¿Y si cae en plena calle Arístides? ¿Qué quilombo, ah? Sangre. Mucha. Gastar plata en avisos fúnebres. Dos, no uno (a la cigüeña yo le pongo uno, pobre).¿Y porque viene de París? ¿No hubiera sido más realista decir que viene de Pilcomayo, Formosa? Porque hay que tener ovarios/huevos para viajar de París a Mendoza con un guacho en el pico, ¡imaginen si les toca ir a Las Chimbas! Yo alzo a mi sobrinito de 2 años, destino; su pieza-el baño y ya tengo dos hernias inguinales.
  • Aparecen de un repollo: Lo MÁS incómodo del mundo.

– ¿Onde tá el bebé?

– ¡¡¡¡Acá táaaaa!!!

Y se abren las hojas de la herbácea bienal y aparece él, todo bañadito, perfumado, con olor a sopa de verduras. ¡Podrían haber inventado otra cosa chicos! Algo más rico, tipo: un huevo Kinder, una piñata con muchos caramelos Sugus, un Absolut de Frutos Rojos, pero no, fue mejor una verdura horrible.

  • El papá le pone la semillita a la mamá: ¡que duuuuulce! Papá vendría siendo una máquina expendedora de semillas y mi mamá en vez de tener vagina tiene una maceta minecraft. Se olvidaron de decirnos que la semilla es un órgano compuesto por venas, músculos lisos, cuerpos esponjosos, cavernosos y nervios que termina con un glande o cabeza, y que a la maceta no hace falta que la rieguen necesariamente porque casi siempre está mojada. Bien putita fuiste mamá, ¿no?

Si te portás mal viene el viejo de la bolsa: Carlos Bonetti en 1989 renunció a la Municipalidad de la ciudad por daños psicológicos y físicos que le provoqué de chica. Al único hombre con bolsas que yo veía de chica era a él, el basurero de mi barrio.

Cinco años yo y el pobre Carlos:

Fue receptor auditivo de mis siguientes palabras:

*¡Con esa cara no asustás a nadie, gaatooo!

* ¿Qué carajo vas a hacer con esas bolsas si están llenas de basura? ¿Las va a vaciar y meterme adentro? No quepo gil.

 * Buscate un laburo Carlos, dejá de mentiiiiir, para villano no servís, sos tan bueno que si se te cae una cáscara de banana al piso (porque de chica que me gusta la banana) la alzás y la metes en la bolsa de nuevo.

Yo siempre paradita detrás de la ventana con rejas de casa (por las dudas que Carlos sufriera una emoción violenta) y mi bebote en la mano.

Fue receptor físico de mis siguientes objetos:

*Pelotitas en pendorchos, bombitas de agua con pis, facas, clavos oxidados, rompeportones y chasquibunes, etc, siempre y cuando el objeto fuera cortante, provocador de hematomas, meado u oxidado.

Pobre Carlos, tendría que ir a visitarlo al Sauce, si es que ya no falleció.

Si mentís te va a crecer la nariz: Me re mil cago en el forro de Carlo Collodi (inventor de Pinocho chicos, no googleen)

Jamás me anime de chica a mentirles a mis viejos.

– Curty, ¿vos te hiciste caca arriba de tu hermano?

– Si pá.

– Curty, la bola de pelos que va corriendo prendida fuego por el jardín parece tu gato, ¿lo prendiste vos?

– Si má.

No quería parecerme a Diego Peretti con el naso que me iba a crecer.

Un mito mal interpretado por un niño puede traer consecuencias, aunque usted no lo crea, lo puede hacer crecer con miedos, con inseguridad, con desconfianza, como le pasa ahora a “Edgar No Mames Wey” (hermano del Gurkha, mi patovica personal que amo), que al parecer no pudo interpretar adecuadamente ningún mito y creció con inseguridades:

¡Un beso Ed!

No juegues con fuego en la noche porque te vas a hacer pis en la cama cuando te duermas: – Y si prendo fuego al kiosquero que no me quiso vender bananitas rosadas “de día” ¿no me meo nada?

Menos mal que mi piromanía fue y es leve, sino hubiera dormido de chica en El Arca de la Meada.

¿Y porque en navidad cuando prendía fuego los petardos no me hacía pis encima? ¿Era uno de los regalos de Papá Noel el control de esfínteres por esa noche?

Menos mal que fue el mito que menos me impusieron mis padres. Imaginen hoy en día tener ese trauma en las noches: no podría prender la cocina para hacerme la cena, no podría prender el calefón para bañarme, si se corta la luz no estaría bajo la luz de las velas, de hacer una cena romántica ni hablemos, lo llevaba al chabón a Belgrano Sandwich.

No sé si llamarlo “mito” a esto, pero es una frase que escuché y sigo escuchando cuando retan a una criatura: “Pobrecita la mesa, se va a enojar ahora que te la llevaste por delante”: Señora: – Si los objetos son INANIMADOS no tiene vida, por lo tanto no le puede atribuirle sentimientos.

“¡Pobrecita la silla, también le debe haber dolido el cabezazo que le pegaste!”.

– ¿Dolido? ¿Quién soy? ¿Megamente? ¿Tengo hidrocefalia? La pistooooola probrecitaaaa, sacá esa cagada que estropea mis débiles pasos.

Si ves que soy una niña de 4 años, no podes tener una mesita ratona con patas de hierro y apoyo de vidrio, es muy probable que la rompa porque todavía no tengo control sobre los movimientos musculares finos, poné almohadones de última en el piso.

Hacerle creer a un niño que los objetos tienen sentimientos es un posible disparador de psicosis “Pobrecito el fernet Branca, quiere que lo tome todo porque si no llora”, y esto desencadenaría una cirrosis. ¿ven que mal?.

Nuestros padres, que raza tan particular, habiendo tantas maneras de poner límites (como una buena paliza “?”).

Tal vez algún día sea mamá o tal vez no, tal vez algún día reprenda a mis hijos como mis padres lo hicieron conmigo o tal vez no. De todas formas, por más que estos mitos sean una falacia “hoy”, de chica me sirvieron a ser mejor persona, mejor amiga, mejor todo.

Que bipolar hablar mal de los mitos y después defenderlos, es mi estilo, esta ciencia ficción de la vida me ha dado la libertad de ser feliz, mis padres me han dado la libertad de ser feliz. Qué lindo sería el mundo si todos los niños, todos esos ángeles terrenales tuvieran limites puestos como los tienen que tener, y no ver a criaturas de 5, 6, 7 años pidiendo comida por la calle, vendiendo cosas para poder comer, o el otro extremo que es peor aún, vendiendo cosas para comprar alguna sustancia que los haga separarse por dos segundos de la realidad en la que viven.

 “Lluvia sin techo, uña con tierra, soy lo que sobro de la guerra. Un estómago vacío, soy un golpe en la rodilla que se cura con el frío”

Triste, muy triste realidad, pero cierto.

A esta hora y a cada segundo, por culpa de padres que no supieron poner límites hay un niño en la calle….

 

PD: el miércoles que viene la segunda parte, ¡si no la leen los hombres no se les para nunca más y si no la leen las féminas se les va a achicar los pechos ¡pero mucho eh! Lluvia de amor para todos ?

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