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Morfar en Buenos Aires

Hace tiempo que quería hacer esta nota como complemento a mi anterior nota sobre las comidas más extrañadas de Mendoza para los que no vivimos en nuestra querida ciudad. Lo que quedó pendiente en ese momento fue la lista de lugares recomendables para comer en la Ciudad de la Furia, conocida como Capital Federal según la cultura popular.

Además, creo que este aporte podría ser útil para el excelentísimo Conep respecto a su nota sobre turismo, donde comentaba que se pueden encontrar muchas guías de cualquier destino pero es difícil encontrar una que le cante la posta al vil mortal que quiere conocer los recovecos que hacen la diferencia en cada lugar. Esos rincones conocidos casi siempre por los locales y con poca difusión para el turista.

Capital es un lugar extenso en todo sentido, desde lo cultural, lo demográfico, lo variado, lo piquetero, lo quilombero y por supuesto, lo gastronómico. Así como es raro que alguien que vive en Capital no sepa esquivar las zonas de piquetes, es raro el porteño (englobando a los nacidos y a los adoptados) que no sepa dónde comer bien.

Así como dije, es un lugar vasto. Doscientos kilómetros cuadrados son algo así como un círculo de 16 km de diámetro lleno hasta el último rincón de gente rebuscándosela para vivir. Por esta razón, los lugares que describiré aquí no son ni remotamente los mejores de todos. Simplemente son, de los que conozco, los que más me gustan. Hay miles de otros lugares, para muchos seguramente mejores, pero sepan aportar amablemente y no desde el típico “eh vo, como se te pasó tal lugar?”.

Un punto a recalcar de entrada es el siguiente: Si hay un lugar donde NO ir a comer en Capital, es a Palermo. Salvo contadísimas excepciones, es un barrio con comida de mierda, con peor servicio y con precios totalmente desubicados para esa calidad impresentable. Tal vez porque reciben tal flujo de turistas, que llegan gracias a las guías que odia Conep, estos comederos han desarrollado una gran falta de interés por ofrecer algo bueno y acorde al precio. Como no puede ser de otra manera esto los hace quedar como la peor zona para comer. Muy comparable a la Arístides. Si van ahí se joden por pelotudos.

Empezando con mi lista de afectos especiales es oportuno aclarar que voy a incluir tres lugares para comer pizza. Esto es porque la ciudad tiene más pizzerías que kioscos. Se pueden encontrar pizzerías muy variadas, clásicas, modernas, todas alegando tener el “típico” sabor traído directo de Italia. No obstante cada una de las que elegí tienen particularidades muy significativas que me han llevado a incluirlas. Digamos que la pizza es a Buenos Aires lo que los lomitos a Mendoza.

La primera es la pizzería El Cuartito: El lugar tiene muchos años, inicialmente era minúsculo, de ahí su nombre. Con el tiempo se agrandó a ambos lados y ahora es bastante grande. Es raro no poder entrar por falta de lugar. Y para mejor tiene una barra en la entrada donde se puede comer de dorapa. Todo esto es posible porque es la típica pizzería al corte, donde se puede pedir por porción, no solo la pizza entera. La clásica fugazzeta rellena es demoledora. Un detalle: los mozos tienen 400 años, un oficio admirable y una memoria tremenda. Llegan a decirle al que saca las pizzas cuánta gente hay en la mesa que la pidió. De esta manera si son tres personas te la cortan en 6 porciones, caso contrario salen 8 porciones. Gracias a esta solución simple no hay que andar jugando carreras para que no te caguen en la repartija. Las paredes están cubiertas de láminas enmarcadas recordando peleas famosas de grandes boxeadores argentinos, camisetas de equipos de fútbol firmadas y demás recuerdos históricos del deporte argentino.

Se puede comer muy barato, sobre todo en la barra por porción, con un sifón de soda chico para bajar el atracón de muzza.

Filo: Esta pizzería (y restaurant con buena pasta) es a mi entender la más italiana de las tres. Pizza bien a la piedra, finita y bastante gourmet. No es barata pero de seguro vale la pena conocerla. Además tiene postres bien italianos, como una panna cotta que es un diez. Como anécdota, este local era entre otros socios y hasta 2008 del difunto Giovanni  Ventura. Un tano que no podía volver a Italia por haber volado de un bombazo en 1980 la estación de Bologna  y otra veintena de atentados con explosivos, cargándose la vida de muchas personas con sus joditas. Los curiosos usen google y se van a divertir un rato con la historia de este loquito. Una de las primeras veces que fui a Filo pude verlo al vejete adentro del local y me contaron su florida historia. Como no puede sorprendernos, un terrorista condenado y reclamado por la justicia de otro país disfrutó sus últimos años en libertad como un personaje exótico de nuestro país que ni tenía el cuidado de no mostrarse. Filo además es conocido por ser gay friendly, van muchos artistas y gente que puede parecer rara para el pacato mendolotudo recién aterrizado. A no asustarse que no muerden.

La Mezzeta: Este local es el extremo de la pizzería al corte. Al punto que directamente no tiene mesas. O comés parado en la barra del costado o la buscás para llevar. Siempre repleta de taxistas que estacionan en doble fila tiene la mejor relación precio-potencia. Las empanadas de jamón y queso son las mejores y más grandes que he probado en Capital. Requiere un poco de maña para que te atiendan sin quedar como un claro foráneo, ya que al entrar hay que identificar bien la fila de la caja en la muchedumbre, no colarse a ningún tachero porque son como mil, pagar lo que quieras comer y después te vas al fondo donde hay un loco que no te habla, solamente levanta el brazo cuchillo en mano, te pide el papelito que te dieron en la caja y te sirve lo que pediste, abastecido con un montón de pizzas a medio cortar y de todo tipo que tiene esperando sobre la mesada. Acá también hay que tener cuidado de no colarse ya que no hay fila ni números, pero los tacheros saben perfectamente quién sigue. Sería la más “para machos” de las tres.

Café Paulin (Sucursal Sarmiento): Este lugar es mágico. No sabés si estás en un café o en una obra de teatro y sos parte del escenario. El local es un pasillo largo, al medio tiene una barra con forma de una larga “U” y solo podés estar sentado en la barra o parado detrás del que está sentado hasta que se levante. La barra es de vidrio y al fondo está la cocina, desde donde despachan lo que van pidiendo los mozos que te atienden. Famosísimo por sus sandwichs, el “americano” es un clásico que va perfecto con un buen café doble. A mediodía tienen plato del día, siempre incluyendo alguna carne asada como vacío con papas o ensalada de excelente calidad. Lo característico del lugar es que cuando sacan un pedido de la cocina tiran el plato deslizando por la barra de vidrio y mientras vos comés más abajo ves pasar platos servidos a toda velocidad delante tuyo y que son atajados por el mozo que lo pidió, quien lo baja sin equivocarse al cliente correcto. Todo esto a velocidades asombrosas. También es relativamente barato, y en horario de oficina es un verdadero hormiguero de gente entrando y saliendo. Nota de color: cuando entrás te frena el único cajero del lugar y te da un papel de un color que cambia día a día al igual que el sello que tiene puesto. Este papel no podés perderlo salvo que quieras que te echen del lugar. Cada vez que te sirven algo el mozo te escribe ahí el importe a pagar, si no tenés el pelpa el mozo no te baja el plato de la barra. Al terminar le das el papelito al cajero, garpás y recién ahí podés salir. Un método a prueba de bombas y digno de la envidia de cualquier local de comida rápida.

Centro Comunitario Guesher: En la sede Capital de este centro de la comunidad judía funciona un restaurant de comida sefaradí que es poco conocido inclusive para muchísimos porteños. El lugar no es ni marketinero ni comercial, sino un típico comedor de comunidad atendido como es de esperar de una manera excelente y con una comida excepcional. Lo conocí de casualidad por un compañero de trabajo que nos llevó a comer ahí y todos quedamos asombrados. La cocina es kasher, las entradas frías son un poema y cuando llega el plato caliente se puede entrar, plato en mano, a la cocina donde las mujeres que han preparado las distintas alternativas te van contando qué hay para comer y te sirven directamente de la olla. La lista de platos recomendables es interminable y la experiencia de entrar a la cocina es como que tu propia abuela te sirva la comida y te cuente qué conviene probar cada día. Es un clima muy familiar y cálido, comida muy sabrosa y bien elaborada.

Club Danés: Siguiendo con las comidas étnicas, este reducto de comida nórdica es un excelente lugar para probar platos suculentos y en general bastante potentes. Siempre ofrecen cuatro platos del día, uno bien nórdico donde suelen incluir carnes de cerdo guisadas, repollo agridulce, calamares rellenos (difícil de embocar), y después otros tres platos más tranquis donde uno suele tener pescado. Ideal para épocas de frío y para cuando pega el calor tienen variedad de sandwichs de paté o arenque que son muy buenos. Entre los postres sobresale el arroz con leche con almendras caramelizadas, y se puede pedir media porción para no morir. El café es intomable (de filtro). Conviene reservar ya que se encuentra en pleno microcentro y solo atiende los días de semana a mediodía. Se llena de gente de oficinas de la zona y tiene muy buena vista, ya que está en el último piso del edificio Dinamarca (donde funciona la embajada de ese país).

Bueno gente, hasta acá llegó esto. Como se habrán dado cuenta no incluyo direcciones ni datos de contacto de ninguno de estos lugares, el que se interese sabe usar google y podrá encontrarlos muy fácil ya que la idea no es hacer publicidad con esta nota, simplemente tirarles los lugares a los que a mí me gustaría ir a comer si viajara a capital. Como dije al principio, la ciudad es interminable, no pueden ser tan boludos de terminar en Palermo comiendo mierda con cara de que les encanta.

LINK FOTO: http://media-cdn.tripadvisor.com/media/photo-s/03/4d/98/17/cafe-paulin.jpg
FUENTE Foto: TripAdvisor

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