/Novelas… el odio detrás del amor

Novelas… el odio detrás del amor

Si hay algo que los machos cabríos con barba y panza peluda sufrimos, es cuando estas por ponerte a mirar una película o partido y viene tu vieja, tu hermana, tía, abuela o el puto de tu primo y te pone una novela. 60 minutos de puro histeriqueo, franeleo y problemas entre la mina pobre y el galán con guita (o viceversa), diseñadas para generar minas que se humedezcan al ver a un flaco con un buen físico que quisieran que las lleve a la cama, y que después cuando te miren a vos, el tipo común, todo despeinado, barbudo y con olor a huevo tengan una angustia vaginal que se traduce en el “Hoy no, me duele la cabeza”.

Punto aparte son los tipos dueños de los medios, no conformes con que tengamos que bancarnos el rostro carente de expresiones de Estevanez, empezaron a comprar novelas de otras partes del mundo y nos encontramos con las repetidas historias de Talía en donde: era pobre, se enamoraba de un millonario, perdía un bebé y se volvía loca, hasta las putas novelas turcas que tienen personajes con nombres más difíciles que lamerse el codo. En este punto quiero detenerme: ¿Alguien puede explicarme cómo poronga es que llegamos a consumir una novela japonesa? ¡¡¡JAPONESA!!! Lo único que me queda en claro es que nos merecemos 1.000 años de kircherismo por estas pelotudeces.

Entonces te encontrás con que en tu casa están tan sorprendidos de la cultura que tienen las personas de la otra parte del mundo que hasta las empiezan a imitar. Te hacen andar descalzo por la casa, las comidas son cada vez mas picantes y tus viejos hasta te quieren conseguir pareja para casarte, ni hablar si estas de novio y la minita con la que salís se engancho con una, todo el tiempo te reprocha porque no le hablas en forma de poesía como Onur lo hace con Sherazade o porque no la aguantas sin coger como hace el de Fatmagul. Pero pará, si vos pensás que ver a tu vieja contenta con Sherazade y la cultura turca es suficiente castigo, es porque todavía no te pusiste a pensar que dentro de unos años vamos a tener una generación de niños que van a entrar al jardín con nombre como: Kerim, Ezel, Mohamed, Fatmagul, Jim Su, Chin So, Niñaconchalacia, etc, etc, etc. Imagináte a la seño del jardín llamando a los chicos:

– Alikqkq, Alikque, Alikcszgf, ¡Vos pibe, el del pelo con reflejos!

Y más aún cuando los apellidos de los pibes son comunes, entonces te vas a encontrar con un “Murat Gonzales”, “Elif Mesut Gomez”, o peor si se lo ponen por la novela oriental esa que dan en Telefé, sería más o menos: “Chang Su Kin Hidalgo”, ¡TELIBLE!

Igual mas allá de esas cosas son preferibles a las historias argentinas, que son siempre las mismas y en los mismos escenarios: las del 13 (o canal 7 de Mendoza, si sos pobre como yo) pasan en el campo, con gente de plata, que sacrifica a gente pobre o a vírgenes puras, en donde sale Luciano Castro haciendo de bruto, mostrando sus tatuajes y su mal humor constante, en TELEFE (Ídem canal 7, pero en el 9) pasan a Sebastián Estevanez, cuyo guión podría ser interpretado por algún cavernícola prehistórico sin ningún tipo de inconvenientes, además de que su papá lo pone de protagonista principal porque si, el viejo repite las mismas historias interminables, una madre que tiro la chancleta con un empleado de una fábrica y se volvió media chapa, un mayordomo gay, el malo que tiene de amante a la hermana del protagonista, la vieja alcohólica que sabe los secretos de todo el mundo, la vieja del barrio que siempre anda toda escotada, la que se vuelve súper loca y que al final de la novela tiene una muerte tétrica, etc, etc, etc.

Próximamente, va a empezar: Moisés y los 10 mandamientos… IIIRMA-GI-NA-TE. Ahora todas van a estar esperando a ver qué pasa, cuando en realidad podrían agarrar la biblia y enterarse todo de una.

En fin, las novelas siempre generar discordia en la familia, por eso siempre es bueno tener un plan de emergencia bajo el brazo, como programar una siesta en ese horario o comprarte una tele para ver el partido desde tu pieza y así evitar cualquier tipo de bardos.

Escrito por Emanuel Sonrisas Pérez para la sección:

ETIQUETAS: