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¿Por qué él?

Siempre me pregunté por qué la mayoría de las mujeres coincidimos en que existe un grupo finamente seleccionado de hombres con ganas de pelotudearnos y nosotras corremos con la desgracia de toparnos con los mismos y lo que es peor, enamorarnos.

Porque no se trata de un amor de quinceañera o de un “palo y a la bolsa”, no, esta vez la cosa se puso seria y justo decidiste hacerlo con un flaco que ama su reflejo cada vez que se ve al espejo, vos pichona, sos una más a la que seguro tiene agendada con nombre y apellido porque tiene a tres más con tu mismo nombre.

No entiendo una cosa, espero ustedes me ayuden a resolver esta incógnita, ¿por qué si ya estuvimos con alguien que nos hizo mal, volvemos a engancharnos con esa clase de tipos? Me niego a creer que somos reincidentes y nos encanta ¡No! Tiene que existir una razón mucho más fuerte para que esa testosterona se nos atore en la parte del cerebro que nos permite seleccionar bien al individuo con el que queremos pasarla bien, no como el culo como padecías con el anterior.

La mujer nace con instinto maternal y por eso nos enganchamos con el goma que “podemos cambiar”, porque a mí no me jodan, me niego a creer que somos tan idiotas de elegir siempre como el orto y llorar siempre por el equivocado sin la recompensa de al menos disfrutarlo. Es puro bardo, puro sufrimiento.

Y te pasa todo el tiempo, ves las relaciones de tus amigas con sus novios y es completamente diferente a la tuya. Vos la pasás mal, pero preferís eso a perderlo, bastante ilógico ¿No? En fin, te la pasás mirando relaciones medianamente normales mientras te conformás y resignás con el Carlos que tenés al lado que te pide ayuda hasta para abrir la heladera para que le resuelvas la gran incógnita de cuál es la manteca y soportás que se indigne cuando te pregunta por qué se parece tanto al queso cremoso.

Las personas que llegan a nuestras vidas lo hacen para sumar, me lo dijo alguien por ahí y tiene razón. Si no caminan hacia el mismo sentido es en vano que vayan en la misma dirección. En algún momento se van a encontrar, sí, pero después con la misma rapidez se van a alejar. Porque lo bueno se queda y lo malo, lo que no le hace bien al alma se tiene que ir.

Y alguno de los dos tenía que tomar la decisión, pero no fuiste vos.

Cuando te separás de alguien con quien estuviste mucho tiempo es difícil de superar. Hacerte amiga de la idea de que todo lo que alguna vez (cuando estaban en el auge de su felicidad) se prometieron, nunca va a cumplirse es difícil si vivís de los recuerdos que alguna vez te hicieron bien. Los años pasaron junto a los reproches que no se hicieron a tiempo, fueron expulsados todos de repente; como cuando querés quitarle el chupete a un niño porque “está demasiado grande” de un solo golpe, es inevitable que ese niño llore, que no sufra. Pero vos no podías elegir si solo iban acumulando silencios que pronto se convirtieron en puros ruídos.

Pasa tiempo (poco) y la primera sensación que hace que vibre tu piel es la de extrañarlo fuerte, con toda tu alma. Incluso aquellas cosas que alguna vez te hacían odiarlo. No existe la cordura en este momento, no para vos que te culpás por su ida y lo único que esperás es su regreso. Que se arrepienta, “hacer borrón y cuenta nueva” ¡Ja! Como si fuera tan sencillo, como si jamás te hubiera dolido.

La desesperación por intentar reparar algo que ya está roto se apodera de vos que no hacés otra cosa que introspecciones, porque ahora la culpa es toda tuya, vos podías ser mejor pero no, siempre tenías que quejarte por algo. ¿Qué importa eso si ya te dejó de amar? No existe el mea culpa en esta historia. ¿Cómo saberlo? Es imposible que después de tantos años de amor, al menos de tu parte, todo se haya ido al carajo en menos de un mes con la ayuda de una tercera persona y lo sabés, pero aun así no te importa. Lo querés de vuelta y no estás siendo justa con vos misma, tenés que calmarte.

Cualquier tipo de separación duele, algunas más, otras menos. Extrañar a alguien no significa que lo quieras con vos otra vez, el tiempo solo sirve para matar cosas, destruir sentimientos y esta vez mató un amor. Y aunque de tu parte continúe intacto, no queda valor para seguirlo amando.

Van a existir momentos en los que quieras llamarlo y reprocharle mil cosas aunque ya no sean nada, pero es algo que tu razón todavía no entiende. Verlo en línea, aunque hayas eliminado su número (que sabés de memoria) es ponerle sal a la herida y no dejarla cicatrizar despacito. Nadie te advirtió que no iba a ser fácil olvidar y tampoco te dijeron que no iba a ser para siempre, porque los “para siempre” no existen y hoy sos la prueba de eso. No esta vez.

Y después de semanas, meses, el tiempo necesario, vas a entender por fin que todo lo que sucede conviene, aunque casi te haya matado. Va a ser normal que tengas ganas de verlo volver, pero no de volver a verlo. Porque después de un amor tan profundo que murió tan fácilmente, solo restan ganas de olvidar y volver a empezar. Y tal vez algún día te toque estar del otro lado a vos, ser la otra cara de la moneda y actúes diferente, como te hubiera gustado, lo hicieran con vos. Te merecés una historia que no tenga final, que sea eternamente feliz y lo sabés.

Yo te lo deseo.

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