/¿Por qué murió el rock?

¿Por qué murió el rock?

Me puse a leer la nota de mi colega Augusto César El día que el rock desapareció, la cual me pareció brillante, y me quedé pensando. Más allá de que es un ensayo muy bien logrado, hay algo que me dejó picando. No es la primera vez que en el mendolotudo escribimos sobre la muerte del rock, hace algunos años Eros Branca escribía esta polémica nota: El Rock Nacional también ha muerto, donde explicaba los motivos por los cuales el rock nacional estaba en decadencia, en sintonía con lo que pasa en el mundo.

Entonces me vuelvo a preguntar: ¿Está vivo el rock? ¿Ustedes que piensan? Y la idea de esta nota surgió a raíz de hurgar entre mis discos… de afuera ACDC, los Rollings, Metallica, Aerosmith, Led Zeppelin, Deep Purple, Pink Floyd, Ramones… todos de los 60, los 70 y los 80. Ninguno nuevo, ni siquiera de los 90. De acá los Redondos, Soda, Sumo, Divididos, Charly, Pescado, La Renga, Babasonicos, Serú, Fito, Almafuerte… igual, nada nuevo, todo rock de antes. Entonces esta claro.. el rock murió… ¿pero porque murió?

Y aquí viene una segunda teoría rockera: El rock ha muerto porque murieron los rockeros. Sí señor, se apagó el fuego porque se apagaron las brasas, se detuvo el auto porque se pudrió el combustible.

Quienes saben un poquito de rock pueden reconocer lo que les hablo. ¿Dónde quedaron los rockers que subían al escenario a hacer destrozos y quemar sus gargantas cantando? ¿Quién no recuerda las destrucciones completas de pisos de hotel? ¿Los escándalos amorosos, droga, excesos, muerte a los 27? Bon Scott muriendo ahogado en su propio vómito después de una noche de alcohol y desastre, Ozzi Osbourne decapitando murciélagos con la cabeza y destruyendo escenarios, los Kiss prendiendo todo fuego y pisando pollitos con sus mega botas… eso era el rock. Jimi Hendrix muriendo por exceso de pastillas mientras se escondía una pepa en la vincha así cuando chivaba le entraba el sudor por los ojos zarpado en falopa, Brian Jones frenéticamente ahogado en su piscina, rodeado de trolas y escavio, Janis Joplin pasada de heroína, componiendo y destruyendo a mansalva. No pretendo hacer una apología al consumo de drogas, pero el rock era sinónimo de libertinaje, de salvajismo, de descontrol, furia y pasión.

Ser rockero era ser políticamente incorrecto, Jim Morrison muriendo por exceso de cocaína, mientras le bajaba la caña a medio país y su novia le tiraba la goma al tiempo que componía y todos lo miraban, Kurt Cobain tirándose clavados en la batería, peleándose con otros rockeros, destrozando instrumentos y suicidándose en soledad, en la cresta de la ola. Charly tirándose del noveno piso y arruinando todo con aerosol. Elvis, el rey, el más groso, vida descontrolada, desprolija, termina muriendo por sobredosis de pastillas. Sabina contando historias de putas y pirateadas. Jhon Lennon declarando a su banda “más grande que Jesús”, James Hetfield prendiéndose fuego con unas llamas de colores durante un concierto, vértigo, locura, vorágine. Calamaro polemizando sobre las drogas y la poligamia, misterio, lío, kilombo.

Y no solo hay que hablar de los muertos, los vivos son “el vivo” ejemplo. Steven Tyler, Mick Jagger, Keith Richards, Brian Johnson, Axl Rose, Charly, Calamaro, Sabina, Billie Joe Armstrong, James Hetfield, Roger Waters, David Gilmour, Ozzy, Gene Simmons y un larguísimo etcetera. Todos tuvieron vidas de rockstars, haciendo lo que una Estrella debía hacer, creando y destruyendo, dejando que la fuerza y la pasión fluyan por las venas, se transmita por sus voces y composiciones y se materialice en su vida diaria.

El rockero debía ser vigoroso, debía tener una vida distinta, una vida salvaje, eran nacidos para ser salvajes, eran las majestades satánicas, los demonios rojos, eran los ciudadanos no gratos, los mal vecinos, los desubicados. Ser rockero era ser aborrecido por la clase burguesa, por la derecha, por el control y la autoridad. La policía y los militares eran el enemigo tangible, pero el sistema era el enemigo real, la vida absurda, aburrida y sin sentido, corriente, vulgar y estática.

Esos rockeros eran como todo aquello que no podíamos ser los ciudadanos corrientes, rompían cosas, instrumentos, autos, casas, se garchaban cientos de gruppies, de tomaban la vida y se aspiraban países, les chupaba un huevo la autoridad, el Estado, la Iglesia, la vida, todo. Ser rockero era ser como Rod Stewart quién durante una fiesta a mediados de los 70 en la residencia de Elton John, en donde había una orgia impresionante, tuvo que ser trasladado completamente drogado y alcoholizado de emergencia a un hospital. Ahí se le extrajo un galón de semen por medio de lavados estomacales. Muchos amigos cercanos a él comentan que este coctel estaba formado por líquidos de Elton, Bowie y Jagger, entre otros personajes. Ser como los suavecitos Led Zeppelín, que alguna vez amarraron a la cama a una hermosa groupie pelirroja, y procedieron a insertarle trozos de carne de tiburón por la vagina y por el recto, para después comérselos sin quitarlos de ahí o parecerse a Mick Jagger comiendo una barra de chocolate, de la marca Mars, insertada en la vagina de su novia Marianne Faithfull. Ser rockero era ser como Iggy Pop, quién durante un concierto en Michigan en 1968, tuvo un percance. Su pantalón se rompió y dejo al descubierto sus genitales. Corrió al backstage se despojó de éste y retorno al escenario cubierto solamente por una toalla. En el cenit del concierto Iggy grito al micrófono ¡Al carajo esto! Y acto seguido se la quitó. Comenzó a cantar con una erección total, daba vueltas por el escenario, se tiraba en él y se retorcía y de vez en vez, bajaba con el público para que las féminas lo toquetearan y las más atrevidas se la chuparan. Por consecuencia fue arrestado por faltas a la moral, teniendo que pagar una multa de mil dólares y un arresto de 48 horas. Eso sí que era ser rock. Todo eso era ser rockero.

Ser rockero era hacer mil recitales en cinco días a kilómetros de distancia, con estadios repletos, de día o noche, era armar bardo en las entrevistas, pegarle a los fotógrafos, escapar de los fans al palo en una limousine. Ser rockero era que los padres te tuviesen miedo, te catalogasen de mal ejemplo, mientras sus hijos tenían posters y remeras tuyas. Ser rockero era que una pibita se suicidase porque los viejos no la dejaban ir al recital tuyo, como la porteña que se mató por los Guns. Era salir en los premios MTV, o en los Grammy completamente borracho y agresivo, era tener videos caros, era grabar un unplugged vestido de etiqueta o un behind the music donde contabas todo.

En fin… ser rockero era ser joven, violento y distinto. El rock ha muerto porque ya no hay más rockeros y los que hay están viejos y cansados, son de papel, de cartón. ¿Y que tenemos ahora en el país y el mundo? Quitando de todas estas palabras a la monstruosa Amy Winehouse (último bastión del alma rockstar mundial) no nos queda nada, nada de nada. Cantantes bonitos, caras, conchetas, miradas berretas y hombres encajados en Fiorucci. Rockeros veganos, abstemios, prolijos, haciendo recitales soft. Grupos snob para gente naif, un asco total. Fusiones musicales para salvarse, mezclando cumbia con guitarras eléctricas y doble masas. Payasos, mercachifles, chantapufis, veletas, improvisados y pasivos. Caballos cansados haciendo shows por plata, producciones poco creativas y estáticas, nada nuevo, nada moderno, poca vida para contar. Eso es lo que pasa… son tan comunes, tan ordinarios los rockeros de hoy en día, que no les pasa nada loco, no tienen nada que transmitir, nada que mueva el piso de un tipo corriente. Es como que mi papá se pusiera a cantar, o como que yo mismo, que no soy ni más ni menos que cualquiera, una bosta total.

Es por ello que el rock no murió, porque gracias al Diablo aún podemos escuchar hasta el hartazgo las glorias del pasado, sino que murieron los rockstars, el espíritu del rock, la sangre, la bestia rock, la adrenalina y la rebeldía. Pasó de moda ser rockstar, ya no hay un establishment al que rebelarse, una iglesia, policía o estado represor al que demonizar. En cierta medida los rockeros de antaño cumplieron su cometido y mal que mal torcieron la rectitud y la ortodoxia de una sociedad cerrada y dogmática, ganaron la batalla por así decirlo… “se acabó ese juego que te hacía feliz”, pero nos dejaron con el sinsabor de la victoria, un envase vacío, la nada misma.

Por todo esto el rock murió.

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