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La Neolengüe | Por Hugo Laricchia
La palabra «perro» no muerde.
Alejandro Jodorowsky
El lenguaje es lo que nos diferencia de los animales, lo que nos da la posibilidad de expresar sentimientos, pesares, pensamientos. En definitiva es una herramienta para comunicarse.
Existen miles de lenguas, algunas son reguladas por “Academias” como la lengua española que es regulada por la Real Academia Española, otras, la mayoría no, estas regulaciones no son otra cosa que formalizar lo que ya es de uso popular, porque los lenguajes son dinámicos y se van modificando en el uso.
Los idiomas van mutando, muchas veces por cercanías geográficas a otras gentes que habla otra lengua, (el spanglish o el portuñol), por corrientes migratorias (el lunfardo), por intenciones de tener una jerga propia de sectores marginales (lenguaje tumbero o slang) y la mayoría de las veces por la necesidad de las nuevas generaciones de distinguirse de sus padres. En estos casos y en la mayoría, estos cambios son naturales, no son craneados por nadie con ninguna intención, solo nace. Por el contrario ha habido intentos de generar “lenguas de laboratorio” el más grande ejemplo es el Esperanto; idioma cuyas bases publicó L. L. Zamenhof en 1887, con la intención de que la humanidad pudiera unirse en una lengua común, esto fue apoyado oportunamente por la O.N.U. A pesar del esfuerzo y la inversión de más de un siglo de esta bien intencionada creación, su fracaso es rotundo. Lo hablan apenas entre 100.000 y 2 millones de personas en todo el mundo y sólo hay 234.000 artículos en internet escritos en este idioma.
¿Y por qué fracasó una idea que parecía tan noble y altruista? Porque el hombre no puede avanzar sobre las leyes de la praxeología (acción humana), como tampoco puede hacerlo sobre las leyes de la física, impulsados solo por un voluntarismo pueril. Si un parlamento decide abolir la ley de gravedad y votan por unanimidad todos los parlamentarios a favor de ese delirio, el primer tipo que se tire de un décimo piso se va a morir, en este caso es bastante parecido, aunque lograran incluir en la legislación vigente (de la RAE o de un país) el lenguaje inclusivo, la gente va a hablar como quiera.
Los promotores del lenguaje inclusivo, son voluntaristas y maniqueos, pretenden que lo que debería ser natural, sea operado por ellos en Redes Sociales, Inadis y Facultades de Comunicación Social entre otros. En el límite del voluntarismo pretenden que la RAE lo reconozca ¡Como si eso fuera importante! He visto con estupor profesores universitarios reprobando parciales por escribir “todos” y no “todxs o todes”, he recibido “Manuales del uso del lenguaje inclusivo”, no he encontrado a nadie utilizándolo en la vida diaria, en los bares, en los taxis, en los clubes, es paradojal.
George Orwell en “1984” cuenta como un estado autoritario y opresor inventa la “neolengua” y obliga a sus ciudadanos a utilizarla bajo penas muy severas para de este modo resetear o condicionar el pensamiento de esos ciudadanos, evitando con ello alguna rebelión, es difícil encontrar alguna analogía mejor que la “neolengua” y los “manuales de uso del lenguaje inclusivo”.
Los mentores del lenguaje inclusivo quieren aparentar ser o pretender ser revolucionarios, o disruptivos o cuanto menos progresistas, pero no son otra cosa que autoritarios que pretenden obligar a usar su jerga a quienes no queremos.
La argumentación me han dado es que: “El lenguaje tradicional me oprime” ¡Que poco conocimiento de la opresión hay que tener para que una “O” te oprima y una “E” o una “X” te libere!
Luego de militar en todos los frentes, los inclusivistas (permítaseme el neologismo) pretenden que la RAE lo incluya en sus formalidades. Esto es tan contrario a un espíritu revolucionario como hubiese sido que SidVicius pidiera que la Royal Academy off music validara al punkrock como género musical. Sid era un disruptivo de verdad, no estos fantoches que imprimen manuales o militan su “neolengua” en diferentes foros.
Personalmente cuando quieren imponerme algo, más allá de la ley positiva, tiendo a insurgirme y en este caso me insurjo, no me van a correr con manualcitos de los inadis de moda. Acepto y puedo llegar a usar hasta palabras salidas hasta de los pabellones carcelarios como “manso” o “gato”, porque se han naturalizado, porque hablamos así porque si y no porque un grupito de oprimidos con Osde lo quieran imponer.
Cada uno habla como quiere, nunca obligaría a nadie a hablar de tal o cual manera, del mismo modo, las “neolenguas orwellianas” me las paso por el forro.
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