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¿Qué quieren las mujeres?

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Mito de la vida, pregunta filosófica hecha por millones de seres humanos (en su mayoría masculinos) a lo largo de la existencia. Es esa duda que todos y cada uno de los hombres se ha hecho y es pionera de discusiones largas y tendidas en las que se llega a la misma conclusión: No sé.

Bueno, queridos pseudo humanos que se devanan los sesos, llegó la hora de guiarlos un poco para que dejen esa neurona tranquilita y la ocupen en lo que más les guste.

Desde tiempos inmemorables, las mujeres son consideradas los seres más difíciles y complicados de entender por toda la naturaleza. Miles de estudios de distintas universidades e instituciones académicas, han intentado descifrar un poco esas “mentes perversas” que al parecer lo único que quieren es joderles la vida. Con el debido respeto a esas instituciones, en mi humilde opinión, son bastante al pedo. Ningún estudio, revista psicológica o de moda, puede ser capaz de entender esa complejidad que nos caracteriza como féminas.

El siguiente ejemplo vago, pero real, es quizás el más cotidiano.

Ejemplo: Salir a comer.

¡Al fin! Después de mucho remarla (porque la muy hija de su madre santa te la hizo difícil) vas a salir con esa morocha preciosa que cursa con vos y no te daba ni la hora, o esa compañera de laburo que esta como quiere y por previsión divina, decidió darte bola. Intentas no cagarla, por supuesto, porque estas oportunidades no se dan mucho. Como no podes decidir a dónde llevarla o qué hacer, decidís preguntárselo. Le mandas un mensajito por whatsapp o, si es muy importante, le pegas un llamadito. La flaca te contesta y, luego de un saludo canchero estilo “¿Qué tal hermosa?”, le preguntas casualmente a dónde le gustaría ir. Como toda buena mujer que espera que des el primer paso te dice: “Donde vos quieras”. Y el momento de pánico empieza “¡¿Dónde carajos la llevo?! Si vamos a un restaurante, va a pensar que soy un careta y a lo mejor no le gusta. Si vamos de picnic al parque, va a creer que es muy rata. El cine, muy corriente.” Y así empezás a descartar infinidad de lugares.

Cuando por fin te decidiste, llega el día. Te arreglas, te echas 30 litros de ese perfume que te regalo tu vieja o que vos compraste para “ocasiones especiales”, agarras la billetera (a veces con un forro oculto, porque nunca se sabe), las llaves de casa y si tenés, las del auto; y salís dispuesto a todo. Pasas a buscar a la chica y ella se tarda algunos minutos de más.

 Acá es donde voy a hacer un impás y voy a hablar por el 30 % de la población femenina (y si, somos femeninas) que nos meten en la misma bolsa: no todas las mujeres estamos 5 horas arreglándonos. Aquellas que se tardan eso, es porque no son mujeres organizadas. La mujer organizada tiene los tiempos divididos estratégicamente para que llegue a hacer todo, e incluso, agrega minutos en caso de que falte algo a la hora de salir. Así que por favor, no generalicen.

Siguiendo con el ejemplo, llegas al lugar que elegiste: un restaurante no muy caro, con linda vista y accesible para todos. No es careta, no es corriente, y no quedas como un rata. Se sientan en la mesa que ya habías reservado y el mozo, atentamente, les trae el menú. La velada pasa sin nada nuevo, haces piropos sobre su atuendo, sin parecer un pajero virginal; intentas prestar atención cuando habla de su flia, sus perros, sus estudios o cualquier boludes que te diga. Se hace la hora de salida y vos, bastante feliz por el resultado y tu esfuerzo por conquistarla, decidís arriesgarte y tratar de besarla. Los dos están en el auto, justo en la puerta de su casa. De fondo suena un tema romanticón pero para nada empalagoso. Pensas para tus adentros: “llegó la hora. Es mi momento”. Te comenzás a acercar lentamente y de repente sentís una manito suave que te frena.

–          ¿pasa algo?- tu voz está más que desconcertada. “Seguro está nerviosa”.

–          Mira, Guille, sos un chico súper lindo y muy bueno; pero necesito tiempo. Igual, podemos ser amigos.- la sonrisita cínica que pone te hierve la sangre.

Asentís, con la sonrisa que pones cuando te saluda ese tipo infeliz que te cae para el reverendo orto. La chica te da un beso en la mejilla, y entra casi corriendo a la casa ¡La re concha de todas las féminas! ¿Qué carajo hice mal? Las dudas te consumen, volves a tu casa no sin antes conseguir un buen porrón o una botella de algo para tomar y olvidarte un poco. Tiras todo por ahí y te sentás mirando a la nada. Luego de pensar por unos 15 minutos largas la típica frase: ¿Qué puta quieren las mujeres?

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Ahora bien, habiendo expuesto el ejemplo, voy a tirarles la posta: nadie lo sabe. Realmente es así. Ustedes intentan comprendernos, pero a veces ni nosotras mismas nos entendemos. Sí, nos enamoramos del pelotudo que nos trata para el carajo o no nos da bola, teniendo al chico dulce y bueno remándola por nosotros. Les decimos un lugar para ir, muy entusiasmadas, pero volvemos con cara de orto. Los dejamos salir con sus amigos, pero cuando vuelven les hacemos alguna escena. Somos así, porque a veces también nos cuesta entenderlos. Ahora todos van a decir: “pero si los hombres somos súper simples”. Bueno, querido mío, he de decirte que no es tan así. Cuando nosotras pensamos que nos tiran onda, nos salen con el típico “presentame a tu amiga”. Cuando les decimos de salir a algún lado, no sabemos si lo hacen porque quieren o porque van obligados. El problema que divide a los hombres y las mujeres es la COMUNICACIÓN. Si, así como les digo.

Por lo que les voy a dejar una mínima recomendación: cuando quieran saber realmente lo que pensamos, pregunten. Y si no se animan a preguntar, quiérannos y déjennos espacio para tratar de entender nosotras qué queremos. Si ninguno de los anteriores funciona, compren un chocolate y regálenselo a la mujer  enojada y confundida de la cual se enamoraron. Si agotan instancias, déjenla, es una histérica de primera y no merece la pena. De donde ella salió, hay muchas más y mejores… y si, no todas son tan histéricas. Solo tienen que buscar y no atenerse a la rubia escuálida.

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Por Katy Perra para la sección:

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