Como sabemos, la vida se resume a un capítulo de los Simpsons y este tema no queda exento de ello.
Podríamos decir que Lisa es el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro (capacidad de análisis, capacidad de hacer razonamientos lógicos, hacer deducciones), Homero el derecho (facultad para expresar y captar emociones) y Bart la parte hormonal. Vos sabes que Lisa siempre tiene razón, es súper inteligente y raramente se equivoca, pero la chabona vio algo desconocido, se asustó y se lo contó a Homero que, impulsivo, hizo todo como el carajo y alteró al resto de la familia. Lo mismo te pasa cuando te enamoras.
Tu parte racional se da cuenta de que te estás enamorando y tu parte emocional se entera. El problema es que no sabés controlar esa parte, porque es boba, impulsiva y no mide consecuencias, entonces todo tu cuerpo empieza a alterarse: falta de apetito, sudor extremo, dolores de estómago, taquicardia, y cuando te vas a juntar con el/ella el corazón se te para, el estómago se te endurece, los huevos se transforman en tambo y te humedeces por todos lados. Te volvés un idiota inaguantable, de esos que no soportabas ver de la mano en la calle porque era muy empalagoso. Pero en realidad te pasaba que nunca te habías enamorado así, nunca habías sentido la necesidad de estar en contacto con otra persona porque si no te sentirías perdido, nunca habías puesto la felicidad de otro por sobre la tuya, y ahí es donde cagaste.
Por eso despreciabas las muestras públicas de amor y odias el día de los enamorados con cada partícula de tu ser; sentís un malestar increíble porque eras autosuficiente e independiente pero de un momento a otro te enamoraste mal y decidiste ser feliz a costa de otro. Ahí está la parte del enamoramiento mal, dejaste de pensar en vos para pensar en el otro cuando deberías pensar en ambos, pero tu Homero no lo entiende, no escucha a tu Lisa y sólo busca la felicidad de Marge.
No le importa si se tiene que tirar de un avión a un campo de rosas o si tiene que vivir en un árbol durante semanas, él sólo quiere verla feliz sin importarle su integridad física. Te haces dependiente.
Terminás aceptándolo: estas hasta las bolas, la amas y no te importa nada. Son felices, pasan los meses con sus cumpleaños, «cumplemeses» y feriados puente uno atrás del otro hasta que llegas a febrero y ya no podes apretar del mismo pomo después de carnaval. Entrás en pánico: es tu primer día de los enamorados en pareja.
Por años lo negaste, lo denigraste, dijiste que era un festejo vacío, burdo y netamente comercial, innecesario e impulsado por el consumismo y ahí estás vos perdido, desubicado y mal parado tratando de organizarte para el 14. Si fuera por vos pagarías un viaje de ida al otro lado del mundo para conocer todo pero de pedo tenés saldo en la red bus para ir hasta el control a cargarle $20. La idea de la cena en un restaurante no es mala pero preferís algo más íntimo y que no te salga la mitad de tu sueldo. Llevarla al cine podés hacerlo cualquier día y no te atreves a comprarle ropa porque si le escapas al talle quedas para el orto: si es grande es porque la viste gorda y si es chica es porque querés que adelgace (o a él se le notan las tetas, porque no ha parado de comer desde que te conoció) Mejor no arriesgarse.
Optas por la cena romántica pero hecha en casa. No sabés un huevo de cocina pero hace una semana venís viendo el Gourmet y ya te creés Francis Mallmann. Cuando te diste cuenta de que no es fácil hacer salmón elegiste por menú una buena pasta y un tinto de lo de Dionisio.
Comen, se ríen, se miran, hablan, se aman. Te das cuenta de que no importa lo que le regales te va a amar igual.
Las películas te hicieron cagar tanto la cabeza que te olvidaste que no se trata de un regalo caro o una fiesta sorpresa, se trata de compartir, de escuchar al otro y dar todo de uno. El 14 de febrero no tiene fórmulas complicadas, no sirve de nada estresarse porque no sabés qué regalar, es sólo dejarse llevar aprovechando la ocasión.
Es hacer que tu Homero vuelva a enamorar a Marge cada día, porque no importa lo que pase, sentís que son el uno para el otro y eso, es lo que te hace bien.