La semana pasada San Juan se vistió de fiesta. ¡Y qué fiesta! Cinco noches a todo esplendor en un escenario inigualable a cielo abierto.
Desde que Abelardo Vázquez le dio identidad a la Fiesta de la Vendimia, incorporando guion argumental y cajas lumínicas, la celebración dejó de ser un fogón de paisanos finqueros con baile incluido y se transformó en la cuarta celebración más importante del mundo a cielo abierto, antecedida por el Carnaval de Venecia, el Carnaval de Río de Janeiro y la Fiesta del Dragón (en China).
Tan importante se volvió que recibió el adjetivo de “Nacional”. Popular ya era así que, además de nacional y popular, se volvió política. Y ahí se fue todo para otro lado, convirtiendo una fiesta regional en un desfile de chicas lindas patrocinadas por intendentes en una pulseada de poder ante los gobernantes de turno. Entonces pensamos que a la “Reina” mejor la eligiera el “pueblo”. Un bodrio el escrutinio, siempre hay lío. Y además, tremendo protocolo para elegir a una reina que no es reina de nada y que el pueblo la elige para nada, porque está como figurita pintada que tiene sus momentos de fama al recibir la corona y al entregarla, en ningún otro momento ella habla a su “pueblo” pero cobra el sueldo de un subsecretario.
Gastamos millones en una fiesta cada vez más berreta porque nos quejamos de todo: de la elección, de las contramarchas del carrusel, de los artistas, de la cantidad de repeticiones, de los gauchos, de que la Virgen de la Carrodilla al principio o al final, del malambo, de San Martín, del libreto, de la música (dicho sea de paso, es lo que viene salvando a la fiesta desde hace varios años), de las luces, del vestuario, de los accesos.
Los periodistas están más atentos al silbido al gobernador por parte de la plebe que a los artistas sobre el escenario. Los culturosos están más atentos a la paritaria de los artistas que a la industria cultural que la fiesta representa. Los funcionarios están más atentos a los requerimientos y necesidades de la corporación hotelera que a los reclamos de los viñateros. La Co.Vi.Ar está más atenta a las ganancias bodegueras que al fortalecimiento de la vitivinicultura. Todo con la excusa de la Fiesta y la presencia de caras y caretas de la política y el espectáculo.
Los sanjuaninos hicieron su fiesta, que empezó humilde pero la hicieron grande, muy grande. Tan grande como el sol. Y, obviamente, el sol brilla. Por eso había que hacerla brillar tanto que San Juan se encendiera de noche. No una noche, sino varias. Era necesario un espacio acorde y lo construyeron. Magnífico predio con teatro griego incluido.
La Fiesta Nacional del Sol es una mezcla de comparsas, ferias, peñas, recitales y espectáculos de luces. Cuatro escenarios en simultáneo durante cinco noches. Bajo el lema “San Juan es evolución” se montó el espectáculo final.
Durante el 2019 La Fiesta Nacional del Sol se convirtió en el primer evento latinoamericano en recibir el “Certificado de Producción Sustentable de Eventos” conforme a las normas ISO 20121, incluyendo criterios de no agresión al ambiente, al entono social, al patrimonio cultural y a una mayor inclusión de las personas.
Este año fueron por más: ecopuntos de canje intercambiando material descartable por helados, distribución de bolsas biodegradables para los residuos, capacitación mediombiental al personal de limpieza del predio, confección de los carros con material reciclable.
Además, ya al ritmo de los tiempos, no eligen más reina sino “embajadora”. La chica tampoco es que sea una diplomática de carrera pero al menos no porta corona, cetro ni banda en un mundo cada vez más alineado con la igualdad y en contra de la cosificación de la mujer.
La foto final es para admirar: hombres y mujeres sin distinción de clases ni títulos, brindando como iguales con la gente. Eso es una fiesta popular. Y, mal que nos pese, la Fiesta Nacional del Sol ya es más y mejor que nuestra vapuleada Fiesta de la Vendimia.
¡Ahhh! Pero tienen a Jáchal contaminado, dirán… Hicimos una marcha impresionante para defender el agua de la minería contaminante, argumentan… Conservamos el oasis que hicieron nuestros huarpes, repiten.
Teníamos los mejores vinos del país, corredor bioceánico, oferta turística y cultural. Ahora San Juan también lo tiene y además hace minería; las empresas esponsorean la fiesta que todos quieren y encima certificaron como la primera fiesta ecosustentable de América Latina.
Hay que reconocerlo, es hora de que seamos nosotros quienes empecemos a copiarles porque están haciendo las cosas bien, muy bien, más que bien. El sol de San Juan es de oro y lo hacen valer. Bien por ellos.