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Sociedad y Contrapunto

Corren esos días soeces, en que nos apura el trago la vida, vamos rumbo al abismo y contentos nos miramos y nos retratamos haciéndolo. Esta premisa se ha repetido infinitamente durante lustros, centurias y milenios. Antes pintaban cuadros, ahora sacamos fotos. Es un mal propio del hombre en sociedad. Nos enorgullecemos de nuestra propia involución y festejamos el hecho de poder hacerlo sin mayores consecuencias. El show debe continuar.

Pero este no es un problema que aqueje a nuestra sociedad contemporánea como tal. Es un mal que ha perseguido la consciencia de todas las generaciones, quienes incrédulos siguen sosteniendo que todo tiempo pasado fue mejor. Nada de eso es cierto, son engaños auto infligidos para proteger una moral a prueba de balas, de un embate que no puede sostenerse en el tiempo. Selecciona sabiamente tus batallas.

Muchos fueron los filósofos que intentaron explicar el por qué de ese sentimiento de nostalgia. Vanas fueron sus conclusiones, sordas sus promesas, pero la sensación sigue intacta. Recordar con una sonrisa lo que fue y con una lágrima lo dejó de ser. Memorias que retienen lo que desean, cuadro tras cuadro, cual filme anticuado. Solo guardamos las sonrisas y alegrías, al tiempo que las tristezas comienzan a ceder con el tiempo. La auto-tutela como medio para subsistir sin evolucionar.

Volviendo al ruedo que nos convoca y sin distraer la vista del análisis infructuoso e infértil de intentar descifrar por medios dialéctico-mayéuticos el origen de los orígenes, entiendo que debemos volcarnos de lleno al diagnóstico del contrapunto dentro de las sociedades involucionadas al estilo de la Evolución.¿Cómo podemos mejorar algo que no entendemos que está mal? Al fin y al cabo nadie repara los artefactos que no están rotos, nadie sana lo que no está enfermo. El camino al Infierno está plagado de buenas intenciones.

Y una vez mas volteamos la vista y vemos un flash, nada esotérico, simplemente el flash de una cámara fotos o de un dispositivo móvil. Y esos pensamientos comienzan a diluirse en la banalidad de la vanidad. El contrapunto comienza a tomar sentido. Una luz de esperanza recorre nuestras entrañas, mientras por dentro comprendemos que somos o dejamos de ser lo que los demás pueden captar de nuestra esencia. Eso es al fin y al cabo la premisa básica de la vida en sociedad. ¡Qué divertido debe ser jugar Sims en la vida real!

Supo sostener Jean Jacques Rousseau en su ópera máxima El Contrato Social, que el hombre para vivir en sociedad acuerda un contrato social implícito que le otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad de la que dispondrían en su estado natural. Básicamente se trata de entregar el control de nuestras vidas en pos del bien común, entendido por un gobierno de simios inservibles que malinterpretan las teorías esbozadas por sociólogos y politólogos, o que en el mejor de los casos las adaptan para su conveniencia. Política no es mala palabra, partidismo es otra cosa.

Algo interesante también intentó Locke ensayando sobre Gobiernos Civiles con su teoría dogmática de que el hombre no puede destruir su vida ni la de los demás, pues ésta no le pertenece, sino que le pertenece a Dios. El sostenía que el hombre tenía el derecho y el deber de conservar su vida y que ningún hombre jamás será súbdito de otro hombre. Curiosas conclusiones para pensarlas durante el siglo XVII. Fuertes argumentos basados en pilares religiosos para ablandar el absolutismo hacia el que se dirigía el mundo en esa época. Bajo circunstancias extremas, nunca quedan ateos.

Por último mi inclinación constructivista siempre se termina balanceando por esa debilidad que tengo hacia la “Posición Original” sostenida por el contemporáneo John Rawls y su “Velo de la Ignorancia”. Entiendo que después de la creación de los números imaginarios, es la mejor ficción creada por el hombre para poder explicar la existencia de las sociedades y poder proponer un Estado de derecho sin caer en excesos ni abusos. Consistía en suponer una redistribución de los recursos para poder dar una segunda oportunidad a una sociedad destinada a la autodestrucción. Con el nihilismo no se llena la olla.

Aburren los ensayos, cansan los pensadores, ni los propios filósofos resisten el archivo. Pero el cuestionamiento sigue latente, el tema continúa irresoluto. La sociedad, el contrapunto, las libertades, la necesidad del otro. La pregunta que necesitamos hacernos a esta altura es ¿Hasta donde estamos dispuestos a ceder, en pos de la construcción de un bien mayor? Y también creo que debemos cuestionarnos  ¿Quiero ser un ladrillo más en la pared?  Como se preguntaba el progresista Rogelio Aguas, al tiempo que abría las mentes de los jóvenes setentistas. We don’t need no thought control.

El Álter. El otro. La necesidad de refrendarse frente a la opinión pública. El principio básico del pensamiento especulativo. Lo que devuelve el especulum (el espejo) es lo que en definitiva no puede negarse, no puede modificarse, no es susceptible de engaños o artimañas construidas por el propio inconsciente. Es la verdad consensuada, necesaria para elaborar silogismos aptos para fundamentar realidades irrefutables, que a la postre devendrán en pilares de una sociedad de mampostería, con filtraciones lógicas inferidas de las propias proposiciones deductivas. Aquello que te crea, termina siendo tu verdugo. Del polvo venimos…

Y así sin más, tiro otro libro al fuego, me persigno y voto populismos con estructuras espirales que atentan contra sus sostenedores. Miro al costado y los demás siguen mi ejemplo. Esa cálida sensación de pertenencia, incluso cuando uno sabe que está haciendo lo incorrecto…

Fuente de la imagen:
Pablo Palmeiro 

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