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Todas somos prostitutas

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Y hoy por hoy nos encontramos con el problema evidente que nuestro bien de intercambio, el sexo, ha perdido valor totalmente. Se consigue fácil y en cantidad. Por eso acá mi descargo reivindicador de los machos que pagan la cena.

La historia empezó allá lejos y hace tiempo, con la vida en las cuevas, cuando ser apto físicamente era una cuestión que determinaba: matar o morir. Y resulta que los varones tenían mayor resistencia para correr, más fuerza e inclusive un cuerpo que no gestaba. Con todo esto, sus posibilidades de sobrevivircomo individuo, lo ponían muy por encima de la mujer quién centraba su actividad en la recolección de alimento y el cuidado de la cría.

No sucede en otras especies, las leonas por ejemplo son las que cazan. Pero nosotras hembras tuvimos que buscar la manera de que nos protegieran y proveyeran. Por nosotras pero especialmente, por la cría. El tema de aparearse con el más apto –y sus herencias, el más fachero, el más acaudalado, el más inteligente, etc- tiene que ver con una base fundamental de subsistir. Nos asegurábamos que el cachorro fuera de un macho capaz de brindarnos alimento y refugio.

Claro que hoy el escenario es otro y andar desnudo correteando jabalíes no se estila. Pero las bases arcaicas de nuestra consciencia permanecen intactas. Las mujeres buscamos protección y garantías. No tiene nada que ver con ser independientes, libre pensadoras y apoyar la reivindicación de nuestro sexo. Pero en un mundo sumamente masculinizado donde salimos a la calle a luchar codo a codo con los tipos, nos encanta por un momento recibir ese trato que te hace recordar que también podés relajarte y dejarte cuidar.

Varones: el punto fundamental que quiero destacar –si bien hay millones de pequeñas acciones que podrían colaborar- es que paguen la cena. Cuando salgan con una mujer jamás dividan la cuenta. Y de ser posible pásenla a buscar también. Van a ver cómo aumentan dramáticamente sus posibilidades de tener sexo esa noche.Incluso si ofrece pagar no acepten, porque es una trampa. En mis códigos personales es como hacer pis en el jabalí que trajiste. Está rechazando tu ofrenda: o no le gustaste o no piensa comerlo/te.

Puedo ir un poco más lejos aún y decirles que si una mina no los considera en el aspecto sexual pueden emprender una conquista económica. Si invitan a su amiga a cenar, la llevan, la buscan, y le dan pruebas tangibles de su poder de contención –acá voy más allá de lo económico- es muy factible que los empiece a mirar diferente.

Y a vos, mujer que siempre estás pendiente si el salame de turno va a pedir la cuenta o espera que pagues tu parte, te digo: los pequeños gestos cuentan y mucho. No seas condescendiente y no te conformes. Todas –y he hablado con muchas mujeres- esperamos que nos hagan sentir especiales y que inviertan en nosotras. Las que dejan de hacerlo, lo hacen porque realmente están enganchadas con el tipo en cuestión y se quieren abrochar a él como sea que sea. Entiendo que a veces es tu mejor cogiente, pero a la larga (y a las cortas también) lo que te define la calidad de un amante son los pequeños detalles y lo especial que te hace sentir.

Además es una cuestión de oferta y demanda. Si nos organizamos ninguno coge gratis.

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Por Una Chica Almodóvar para la sección: