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Yo bailé con el diablo, la historia de otro boliche maldito

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Era sábado por la noche, Celeste(*) había decidido salir a bailar al entonces prestigioso boliche junto con algunas amigas. Después de una pequeña previa en su casa consiguieron que le prestaran el auto a una de las amigas, pues la noche de invierno no estaba para caminar. Partieron rumbo al lugar, eran las tres de la mañana cuando llegaron, al ingresar notaron un ambiente inusual. “La gente bailaba como zombies, no hablaban entre ellos, ni parecían reírse; fue raro.” Dice Celeste al recordar aquella noche.

Como todas las veces que iban al lugar, daban una vuelta caminando entre la gente, pedían un trago y después de unos sorbos y charlas empezaban a bailar entre ellas, o si algún que otro flaco se arriesgaba a sacarlas a bailar, bienvenido sea.

Eran las cinco de la mañana, la fiesta estaba en su cúspide; todos parecían estar con algunos grados de alcohol de más en la sangre. Cuando un pibe entró al boliche, tenía un aire diferente. “Parecía extranjero. Entró al boliche como quien entra a su casa, sin muchos rodeos ni pretensiones.” La mayoría de las personas voltearon para verlo, porque llamaba mucho la atención su físico, y la forma en que iba vestido: llevaba una especie de montgomery largo y negro; la piel pálida y pelo oscuro azabache.

Era de esperarse que todas las presentes lo ojearan de pies a cabeza, además era una persona que nunca habían visto por el lugar. Se paró en una esquina con las manos en los bolsillos, sin hacer nada. La gente seguía en lo suyo, dejaron de darle importancia. Después de unos minutos desapareció, lo perdieron de vista, sin darse cuenta estaba caminando entre la gente. “Muchos dicen que le sentían olor a muerto o a podrido cuando pasaba a su lado. Cuando me sacó a bailar yo le sentía olor a perfume, era riquísimo, todo lo contrario a lo que dicen los demás.” Cuenta Celeste quien tuvo la desgracia de ser elegida para bailar por el forastero de negro.

Sólo bailaban, Celeste lo miraba analizándolo, o para iniciar alguna charla, pero él sólo movía el cuerpo mientras la miraba fijo, tenía una mirada penetrante. No se había sacado el saco largo en toda la noche, algo raro pues la temperatura del lugar no era para estar tan abrigado. Después de unos minutos, el flaco le estiró el brazo, Celeste le agarró la mano y suavemente la acercó hasta su cara, ella pensaba que quería decirle algo; pero cuando lo tuvo en frente, él se desprendió el saco. “No tenia nada abajo. Ésta imagen no me la voy a olvidar jamás, y me da escalofríos cada vez que lo cuento: tenía patas de cabra, no me preguntes cómo era posible porque yo tampoco lo sé. Desde la cintura para abajo era como una cabra o algún animal así, con el pelo negro, y las pesuñas que le brillaban.” Sigue relatando con el escalofrío a flor de piel.

Celeste empezó a gritar, pero no dudó un segundo en salir corriendo del lugar. Las amigas la persiguieron hasta la salida, mientras todos los presentes las miraban ingenuos. Cuando llegaron a la salida Celeste estaba sin aire, no le salían las palabras, estaba tiritando de frío y de miedo. “¡¿Qué te paso Cele?!” le preguntaban sus amigas. “No me acuerdo de lo que les dije en ese momento, solamente empecé a gritar y a llorar, les pedía por favor que nos fuéramos del boliche”.

Las amigas accedieron, y se fueron del lugar sin explicaciones; la fiesta en el lugar siguió normalmente, ni siquiera los patovicas de la entrada se molestaron en ayudar, todos parecían estar hipnotizados o algo por el estilo. Ni cuenta se dieron de lo que estaba pasando.

“Al día siguiente me desperté, ni siquiera sé si dormí. Pero ni bien me levanté fui a lo de mi amiga, para desahogarme. No aguantaba estar con esa imagen en la cabeza.”

Cuando llegó, le contó todo a la amiga, quien al principio se reía, pensó que era producto de la borrachera. Pero después de recordar la reacción de Celeste y la de toda la gente presente, se dieron cuenta de lo que había pasado esa madrugada.

Esa misma tarde se dispusieron a averiguar y a tratar de encontrar algo que les diga lo que realmente pasó. Después de hablar con varios conocidos y amigos, el tío de una de las chicas les contó el mito del boliche Malake que había empezado a circular: dicen que el dueño del boliche hizo un trato con el diablo para que el emprendimiento progresara, pues hubo un tiempo en el que las cuentas no daban para seguir adelante. El “de abajo” le pidió a cambio que cada seis meses se llevaría la vida de alguien, cualquier persona que entrara al boliche, estaría condenada a ser una de las posibles víctimas. Y así fue que la popularidad del boliche aumentó, y también el número de accidentes que suceden entorno: accidentes de tránsito, peleas brutales, muertes; son eventos comunes.

Después de escuchar el mito, las chicas se dieron cuenta de todo, la persona o lo que fuese que bailó esa noche con Celeste, fue el diablo, o algo de eso.

Al pasar los días el mito se difundió, así como la experiencia de Celeste, quien asegura que jamás en su vida volverá al boliche.

Muchos hechos han sido tomados por los medios y provocado mucha incomodad en la gente, tanto que los vecinos han pedido explícitamente a las autoridades que clausuren el boliche; hasta entes del gobierno han intervenido, sin embargo el boliche sigue abierto como si nada hubiese pasado.

Notas: http://www.mdzol.com/nota/96522/

http://www.mdzol.com/nota/95217/

(*)Los nombres de los personajes han sido cambiados.