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El lado flaco de la melancolía

No será la primera vez ni la última que decido traicionar mi mate de la mañana sin embargo a veces el clima tiene una característica muy puntual, muy particular, que me despeina las mañas y brota de alguna extravagante idea la necesidad de un café.

Pero lo importante de esto no es el café, sino esa característica con que algunas mañanas del otoño parecen llegar sin mucha alaraca instalándose con toda su majestuosidad melancólica en cada calle, en cada banquina y se quedan ahí la mayor parte del día. Parece algo común, nadie se sorprende por un día melancólico, el problema es que en mí tiene estos efectos, como el de detonar mi costumbre de desayunar con mate y necesitar un café. Y no tengo café. Ya ven por dónde es que vienen los problemas.

Antes de seguir, para ese deplorable lector que automáticamente piensa «¿esos son tus problemas?» le aclaro que sí, que estos son mis problemas. La falta de plata, los temas de salud, las crisis afectivas, la soledad, el engaño, la estafa, la droga, el violador, el asesino, la ideología, el hambre, todas esas cosas están instaladas a diario en nuestro día, a flor de piel, o por medios que nos lo recuerdan. Se vive con eso. Si el deplorable lector necesita que todo eso esté en su primer plano lo respeto, pero no es mi caso. Mi primer plano es la mañana, es el liquidámbar que custodia mi puerta, es la vecina que me saluda a la mañana, la lluvia, mi mate… bueno, y este tema que me aparece hoy, esta nueva necesidad de tomarme un café.

El fabuloso liquidámbar que custodia mi casa de lunes a viernes y los sábados y domingos, sin ninguna protesta exhibe gratuitamente el impacto de esta mañana melancólica de otoño.

No sé nada de café. Ante este dilema compré un capuccino que viene en polvo, algo fascinante porque el capuccino, hasta donde yo sabía, tenía crema, canela, leche… no sé, miles de cosas, y ahora está todo preparado en un polvo. Aclaro que yo tomo café, pero cuando lo prepara otro. Mis cafés no salen bien. El café bien preparado es como un buen postre, algo destacable, admiro y halago a los que hacen un buen café. Por eso me sorprendió esto del polvo capuccino, que nada tiene que ver con alguna actividad erótica de una congregación religiosa… bah, no sé, pero si tiene alguna relación lo desconozco absolutamente y aclaro que yo sólo estoy hablando de este delicatessen cafetero.

La mañana gris me espiaba por entre las cortinas blancas a ver qué hacía ahora yo con esta situación. Es cierto que siempre me arrogo de mi demoledora capacidad para hacer un buen mate, incluso la de preparar una tostada con manteca de manera gastronómicamente singular (alguna vez me contaron que hay grupos de Whatsapp que hablan únicamente de esta factura mía… modestia aparte, claro). Pero fallé. Y tengo la decencia de reconocer que mi café era espantoso por mi torpeza y no acusar banalmente al sobre ziploqueado de capuccino en polvo. De hecho no lo tiré. Ahora que tengo esa joyita voy a esperar que venga algún desprevenido de visita para pedirle que me prepare uno. ¡Está ahí! ¡Es facilísimo! Bah, facilísimo para «casi» todo el mundo.

Ahora ya superé la frustración. Estoy tranquilo, con un mate, escribiendo con la compañía de Lucho Aute que está cantando «Alevosía», y cualquiera podría pensar que esta no es una canción para escuchar en estas mañanas de frío y melancolía, pero eso es falso. La melancolía no tiene lugar en esta casa porque cuando compré el café me sorprendí con encontrar entre las verduras un ramo de apio… y nunca como apio. Y compré apio, y ahora me voy a hacer una ensalada de todo lo que tengo y apio. Y listo, vuelvo a burlarme de la melancolía de estas mañanas de otoño con su criptonita, con su frágil talón de aquiles que es innovar, hacer algo diferente, poco común, como tomar café, comer apio, o volver a escribir mi columna dominical.

 

Nota póstuma: volví de fumarme un cigarrillo mirando el manto frío que cubre la ciudad y con sorpresa me descubrí tarareando otra canción, no la de Aute. Puede parecer nimio pero a mí me llamó la atención, ¿acaso no era una buena mañana para Aute? No lo sé, y lo digo de verdad, no lo sé. Pero tuve otras ideas fumando junto a mi liquidámbar, y pensé en que no es un buen día para estar solo. Hoy no. Pero bueno, cuando volvía a meterme con mi trabajo no me contuve e hice justicia. Hola, Rita…