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Befana: la bruja que orientó a los reyes magos

El cuento es más o menos igual en todo el mundo. Si el niño se ha portado bien, hay regalos, si se ha portado mal, no. También está la costumbre de enviar cartas justificando dichos comportamientos o recordándolos, por si el personaje en cuestión tiene mala memoria…

La leyenda de la Befana no excluye a los Reyes Magos, (que en realidad no eran ni reyes ni magos), sino que cuenta que estos se perdieron en el camino a Belén por culpa de unas nubes que taparon la famosa estrella. No sabían para dónde ir y nadie les sabía indicar el camino, hasta que se encontraron con una anciana que la gente había catalogado de “bruja” por sus costumbres solitarias. No debe haber sido difícil que se entendieran, puesto que hay quienes sostienen que aquellos hombres eran una mezcla de astrólogos y hechiceros.

La bruja Befana ya había ido a Belén (vaya a saber uno para qué), entonces les indicó a los Reyes Magos el camino. En agradecimiento a la buena voluntad de la mujer, la invitaron a acompañarlos hasta el pesebre en donde los aguardaba ese niño tan especial, pero ella prefirió quedarse en su casa porque sabía que el viaje era muy largo. Más tarde se arrepintió y salió tras ellos pero no los encontró, por lo que decidió juntar dulces en una bolsa o canasta y repartirlos en todas las casas, esperando que en alguna de ellas se encontrara el niño que los Magos le habían contado.

De ahí hasta hoy la historia se mantiene en muchos sitios, aunque con algunas variantes que nada tienen que ver con la epifanía cristiana. En algunos lugares hacen un muñeco gigante de paja, con ropas harapientas y la cara de la bruja (que se distingue de otras porque sonríe), y la queman. El mayor de estos festejos se realiza en Aracade (Treviso), en donde integran la quema de la Befana con la fiesta del Panevin (Pan y vino, símbolo de la abundancia).

Algunos preguntarán por qué la queman si es buena. Acá vienen los ingredientes de la tradición popular más antigua en donde se fusionan elementos paganos con fiestas religiosas, como es el caso de fiestas agrarias celtas relacionadas con el fin de un año y el principio de otro. Estas costumbres son precristianas y la gente se las ha ingeniado para mezclar las cosas y no ser considerados herejes. En la región comprendida entre el Piamonte y Lombardía hay una fiesta específica de este estilo, en donde la celebración consiste en una representación callejera con todos los personajes del cuento, simulando un juicio que hace el pueblo a la bruja y hay un tribunal de ancianos que debe dar un veredicto, el cual consiste en condenarla a la hoguera. Esa historia es más larga y tiene muchos personajes simpáticos muy típicos de los pueblos de entonces, aunque con nombres raros y elementos como carretas que hablan. El bien y el mal quedan bien diferenciados con la construcción de esos personajes. La bruja de las tradiciones celtas se llama Giubiana, y su nombre está relacionado con el dios Júpiter de los romanos, por eso la importaron.

En Venecia quizás se encuentre la mejor de todas las variantes en los festejos de la Befana, ya que va en canoa. Uno pensará que eso es obvio, pero no tanto, ya que en el resto de Italia se considera que ella se sirve de una escoba para ir volando de una chimenea a otra y dejar los regalos en las medias que cuelgan los chicos (cual Santa Claus feminista y separada de la Iglesia que resistió la Santa inquisición). Para el 6 de enero, el gran canal se llena de canoas comandadas por gondoleros disfrazados de bruja, es la “Gran Regata Befana”, algo bastante vistoso en comparación con las caravanas de gente atrás de unos camellos.

La Regata termina en el Puente del Rialto, en donde la gente los espera, le entregan un premio al gondolero que llega primero y después se degusta vino caliente y chocolate en la Fondamenta del Vin. Pero no todo es góndola, en la isla de Lido se hace la “Carrera de la Befana”, en la cual atletas y aficionados corren atrás de una bruja que va en moto por toda la ciudad, un evento para llorar de risa.

La Befana no deja juguetes, sino dulces. En el caso de los chicos que se han portado mal, se supone que les deja trozos de carbón, que en realidad son dulces de color negro (onda Halloween europeo).

En Roma la fiesta de la Befana es la excusa para salir de noche, con el frío que hace en enero, a cazar brujas a la Piazza Navona, en donde hay un gran mercado que está abierto todo el año y esa noche está lleno de puestos de golosinas. No es que las brujas se esconden, sino que todo el mundo se disfraza de bruja. Un aquelarre a pocas cuadras del Vaticano, sobre los cimientos de lo que fue un circo en el que se realizaban competencias de gladiadores en honor al supremo Júpiter (equivalente al Zeus de los griegos, padre de dioses y protector de la ciudad).

Hay quizás, en la celebración de la Befana, cierto resabio popular que festejaba a Jano, el dios de las puertas. En el casco histórico de Roma Jano es una deidad importante que no ha pasado a la historia. De hecho, en el barrio del Trastévere (antiguo centro de inmigrantes, pobres y artistas que no formaba parte de la ciudad) está lo que se denomina Janículo, una colina romana desde donde a diario se disparan salvas de cañón (no lo hacen explícitamente en honor a Jano, dicen que era para avisarle a las Iglesias de Roma que debían hacer sonar las campanas).

Además, al Trastévere se accede a través del puente Fabricio, uno de los siete puentes de Roma sobre el Tíber, que además tiene la particularidad de permitir el acceso a la Isola Tiberina desde el sur de la ciudad. Esa isla tiene una historia particular que otro día les contaré, pero la traigo a esta nota porque los pilares del puente Fabricio tienen las esfinges de Jano, al que se lo representa con dos caras (una de cada lado del lugar en donde se coloca, ya sea columna, puerta, túnel o lo que se quiera). De Jano viene el nombre Janeiro, January, y en nuestro español Enero (derivado del latín Ianuarius), primer mes del año, que se le consagró por su dominio sobre los principios, los finales y las transiciones como “puertas” para acceder a lo nuevo. A Jano se le atribuye la invención de la agricultura, por eso su relación con las festividades celtas que luego derivaron en la quema de la Befana.

También hay otros lugares en donde se hace la quema de muñecos en estas fechas, más cerca de nosotros. En Colombia y Venezuela se hace la “quema del año viejo”, en donde se elaboran muñecos rellenos con pirotecnia. En Uruguay le llaman “Judas” al muñeco, y los niños salen por las calles con una especie de espantapájaros y le extienden la mano a los transeúntes diciendo “¿me das plata para el Judas?” Ese dinero lo usan para comprarse golosinas y, al igual que la Giubiana de los celtas, el muñeco se quema el 31 de diciembre.

Volviendo a la Befana y su relación con los Reyes Magos, así como por estas latitudes dejamos pasto y agua para los camellos, a ella se le deja un plato de pastas y una copa de vino. Hay que reconocer que los tanos son ingeniosos para ser paganos en el centro del mundo católico y son bastante más fiesteros con las tradiciones populares que los latinos.


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