/Charlando con un pitufo

Charlando con un pitufo

Antes que nada pido perdón a los lectores. Voy a salirme tal vez un poco de los parámetros de lo que estoy acostumbrado a escribir y voy a relatar con detalles lo que me sucedió ya hace un tiempo. Sin más preámbulos, aquí va.

Jueves. Salida del trabajo. Estaba terminando de acomodarme en un asiento del colectivo, mientras subía el volumen de la música en mis auriculares y me disponía a distraerme mirando por la ventana.

El colectivo que frena y la gente que sube me distrae: una maestra, un anciano, una madre con un par de niños pequeños. Uno tras otro, en fila, repitiendo el hábito de abonar el pasaje. Nada fuera de lo normal.

Nos movemos un par de cuadras más, donde el micro hizo una parada y entra a un pasajero: un policía de unos 40 años de edad, uniformado de arriba abajo. Se apresuro a subir, y haciendo caso omiso de la máquina de pasajes, siguió su paso recto y aireado de grandeza hasta el asiento vacío que estaba a mis espaldas, donde finalmente se sentó.

Recordé que ya me había hecho esta misma pregunta antes, ¿Por qué ellos no pagan pasaje? No encontré réplica alguna en mi cabeza. Y con un poco de indignación en mi mismo por no saber la respuesta, decidí adoptar una posición correcta y resolver el “acertijo”.

Me quité los auriculares, giré sobre mí mismo y quedando frente al oficial, empecé la charla.

-Disculpe Oficial, una pregunta ¿Por qué ustedes no abonan pasaje?

Al policía se le dibujo una recta en la boca, abrió los ojos en forma de sorpresa. La gente que estaba en el colectivo volteaba de una forma muy poca disimulada tratando de escuchar la charla, como si todos tuviesen el mismo interrogante.

-Nosotros no pagamos pasaje porque estamos al servicio de la comunidad. Porque utilizamos el colectivo solo como un medio de transporte para ir de un punto a otro para proteger a la sociedad. Y como las distancias son a veces muy cortas, y según las normas legales expedidas el personal policial no tiene obligación de pagar el boleto. Estamos al servicio de la comunidad-

Mi primer pensamiento rápido fue: “vaya, estudió el manual de memoria”, pero pronto me vi interrumpido por el oficial:

-Disculpe, me podría mostrar los documentos- me dijo.

-Sí, claro- y mientras contenía mi cara de “me imaginaba esto” buscaba mí cedula en mi billetera, y se la acercaba; y mientras el policía la inspeccionaba, arremetí:

-Me parece bien que no paguen si van a servir a la sociedad. Pero con ese criterio, ninguno de los que viajamos tendríamos que pagar-

-¿Cómo que nadie tendría que pagar?- dijo el oficial con asombro y mientras me devolvía la cedula.

-Porque todos, en el sector privado o en el público, estamos sirviendo de una u otra forma a la sociedad. Porque después de todo para eso trabajamos, para pertenecer-

-¿Usted trabaja?- preguntó.

-Si-

La línea recta en su boca ya mostraba una leve inclinación hacia abajo, al igual que sus cejas.

-No… porque…, uno a veces no tiene plata y tiene que seguir cuidando a la sociedad y…-

-Pero con esa escusa- interrumpí –el médico también se queda sin plata e igual tiene que atender al paciente, la maestra también se queda sin dinero e igual tiene que seguir educando a los alumnos.-

La gente del colectivo miraba ahora atónita. Unas que otras risas nerviosas se sentían. Todos los ojos estaban puestos en nosotros dos.

-Bueno señor, ¿Quiere qué pague el boleto?- Dijo el oficial levantando la voz.

-No, yo lo único que quería saber es porque ustedes no pagan. Si usted quiere pagar, me parece que queda en su moral- dije con algo de ironía. Pero también creo que cuando termine esta frase, mi mente ya imaginaba lo que seguía.

-Señor, usted lo que está haciendo es burlarse de una autoridad oficial-, dijo- Y es un delito penable. Así es que no insista porque voy a tener que tomar medidas- Y ya casi gritando, totalmente serio y prácticamente enfurecido, añadió -Permítame de nuevo su documentación-

Yo jugaba con la cedula entre mis dedos toda la charla, así es que volví a acercársela, mientras por dentro pensaba: “Cuando se ven acorralados, recurren al manotazo de ahogado y al valerse de su autoridad. Qué raro.” Posteriormente con mucha tranquilidad, volví a hablar:

-Yo no le quise faltar el respeto ¡Al final siempre lo mismo con ustedes!, no se les puede hacer una pregunta como si fueran gente normal ¿Tenemos que estar con miedo?-

-Con miedo no, con respeto. Y usted me está faltando el respeto- Me contestó.

-Yo en ningún momento le falte el respeto señor-

-Si me está faltando el respeto- Y acercando su cara más cerca de mí, me dijo –Y si sigue insistiendo, voy a bajarlo del colectivo y detenerlo. Así es que, por favor, no insista y continúe con su viaje- y  me devolvió la cedula de muy mala gana.

Solo silencio en el micro.

Mientras guardaba mí cedula dije mis últimas palabras para con él: -Al final eso es lo que demuestran. Miedo-

El oficial se quedó en silencio.

Me acomode en mi asiento dándole la espalda. Me puse los auriculares y seguí mirando por la ventana, mientras pensaba que en lo que va de mi vida y de los encuentros con policías, ninguno ha reaccionado como una persona común y corriente.

El policía se bajo unas cuadras después.

No pagó el pasaje.


N. del A.: Esta nota no tiene como fin difamar, herir o actuar de cualquier otro sentido despectivo hacia las fuerzas públicas, las cuales muchas veces actúan de forma eficiente. Solo es una acción cotidiana llevada a papel y con ganas de transmitir algo que nos compete a todos.

También podés leer:
La naturaleza de la realidad

Hace un año escribíamos:
Historia de terror que terminó en cualquiera.