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Conduciendo en la jungla parte II

En mi anterior nota (click acá para leerla) escribí sobre algunos personajes que nos encontramos día a día manejando por nuestra hermosa ciudad, aquí les dejo la segunda parte.

El pisterito: Son seres con pensamiento de “auto mata galán”. Su gracia es acondicionar su auto (mayormente Gol o Corsa) al estilo “rápido y furioso” para correr por las calles de nuestra hermosa ciudad. Con su escape libre, su música elevada o sus aceleradas buscan llamar la atención del transeúnte. Estos pueden ser hallados en las inmediaciones del parque Gral. San Martin, donde se reúnen con el fin de ser vistos por la multitud.

El “estacionate donde queras”: Especialistas en detener el tránsito o inhabilitar una parte de la vía, ya sea para buscar un pasajero o retirar algo de un comercio, en pleno centro a la hora pico ellos estacionan el vehículo donde les queda mejor, con el lema de “ya me voy” ante cualquier descontento popular.

El ciclista: Desafortunado por tener que pedalear pero afortunado a la hora del embotellamiento. No hay cordón al que le hagan asco al momento de subir a la vereda si es que no encuentran la manera de escabullirse por medio de los autos, son como los motoqueros pero con la impunidad de la falta de patente. Cuando abrimos la puerta del auto, cuando tratamos de cruzar por la senda peatonal y hasta cuando caminamos distraídamente por la peatonal debemos tomar recaudo y  abrir bien los ojos porque en cualquier momento puede aparecer uno de estos.

El abuelo: A diferencia de la abuela (ver nota 1), a este le gusta la velocidad y disfruta mandándose cagadas para después poner cara de “yo no fui”, el abuelo o en su defecto el viejo choto, es muy caliente para manejar, putea como nadie y es muy guapo a la hora de tirar el auto encima o querer pelear. Siempre quiere pasar primero aunque eso le cueste los insultos de los demás automovilistas.

El peatón: Al peatón hablando mal y pronto, le chupa todo un huevo, cruza a mitad de cuadra, con semáforo en verde, hablando por celular y mirando para cualquier lado. Hace la suya, total ellos siempre tienen el paso. El mendocino promedio tiene la mala costumbre de no respetar al automovilista y encima se calienta cuando le tocan bocina.

Escrito por Franco Paz para la sección:

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Conduciendo en la jungla I

El año pasado escribíamos:
Situaciones Espantosas

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