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Consejos trasnochados para un abandonado

Me anticipo a los buchones: Resulta que cuando un amigo me pide consejos sobre algún desamor cuento esta historia. Arrancando siempre con la misma obertura… “Una vez leí una historia que decía así…”

El tema es que busqué cielo y tierra esa historia y no la encontré. Llevo meses intentando recordar de donde la saque. Entonces pienso… ¿No me la habré inventado?

En fin… decidí escribirla. Probablemente salte algún lector avezado a decirme que es plagio de tal escritor, cosa que, por única vez, voy a agradecer y ni siquiera discutir.

Si nadie dice nada… ¡es mía! Y se las voy a prestar para que la usen al aconsejar a sus amigos bajo la promesa de que la empiecen de la siguente manera: “una vez leí en el mendo una historia que dice así”…

***

– Hola, ¿Horacio? – sonó la voz de Marcos, afónica y triste por el celular.

– Marquitos… ¿que pasó?

– Hermano, tengo que hablar con vos… estoy hecho mierda.

– Claro, ¿que te pasó?

– Me dejó la Emilia.

– Mmmm… contame.

– Prefiero que nos juntemos.

– ¿Te parece en el café?

– No… tengo la cabeza que me explota, prefiero que la hagamos como en los viejos tiempos, necesito caminar y despejarme.

– Mirá que está frío eeeh…

– Nos abrigamos… me va a hacer bien caminar.

– Dale, te espero donde siempre.

El miércoles a media noche en punto se encontraron los dos amigos en Alem esquina Salta, dispuestos a caminar filosofando, entre el frío y el humo de cigarrillo. Marcos se prendió el gamulán, Horacio se subió el cuello de la canadiense y comenzaron a caminar sin rumbo, amparados por la noche, como los dos gatos citadinos y solitarios que eran. La noche estaba despejada y gélida, las luces amarillas de la calle encandilaban a los dos amigos.

– Contame – dijo Horacio yendo directo al grano.

– Me dejó la Emilia… así de la nada. De repente, sin ninguna explicación… estoy hecho bosta. Estábamos de diez, ni media pelea, ni medio drama, ni medio lío… un día se chifló y me cortó sin siquiera pedirme el típico “tiempo” que te piden las minas confundidas.

– Mjmmm… – dijo Horacio mientras le daba una pitada fuerte al Marlboro.

– Porque confundida no está, estoy seguro que no está con otro tipo, ella sería incapaz. Yo le doy todo, además me habría dado cuenta. Me estoy rompiendo la cabeza intentando razonar sobre los motivos, buscándole explicación… he cometido la indignidad de llamarla en forma permanente hostigándola a que al menos me diga porqué me dejó… y nada. La mina no me es clara, no me dice nada concreto, “que no soy yo, que es ella, que no es por nada particular”… yo no le creo una mierda.

– Mjmmm…

– Estábamos bárbaro ¿sabes? Hace dos semanas llegamos de Río y fue como una luna de miel allá… todo el día juntos, todo el día en la playa, fuimos a las favelas, a los morros, a Bahía… Hasta comenzamos a joder con el tema del matrimonio, ¿podes creer? Ya no somos pendejos y estamos hace casi dos años juntos, yo estoy seguro que ella se quiere casar conmigo…

– Mjmmm… si.

– Por ahí pienso que la pasamos tan bien allá que la mina se asustó… ella es media pendeja para ciertas cosas, por ahí percibió que se venía un paso más en la relación y se asustó. Quizás la ahogué un poco, le entregue demasiado o le mostré como que estaba todo muy bien y me estaba ilusionando. ¿Viste que las minas se asustan ante la formalidad?… bah… como todos. A nosotros nos pasa más aún.

– Mjmmm…

– Porque no es que yo quiera casarme ya ya, pero que se yo… sentía que estaba todo tan bien, que eramos como la pareja ideal, nunca nos peleamos, nunca discutimos, pensábamos en todo muy parecido. La familia de primera. Nos gustan las mismas cosas, las mismas canciones, los mismos libros… mmmm. Quizás eso es lo que le jode un poco a la mina… por ahí si me hago un poco el “distinto” puede que le guste más. No creo en eso de que “los polos opuestos se atraen” porque eramos como almas gemelas… tal vez si me muestro más belicoso ella se siente nuevamente enamorada. ¿Entendes? Como para no darle tanta seguridad.

– Mjmmm… – tiró la colilla Horacio encendiendo otro cigarro.

– Vos me entendes Horacio… a vos te han dejado mil veces. La Emilia está a full con su carrera, intentando terminarla al tiempo que se mata como pasante en esa empresa de mierda. A lo mejor yo estoy muy encima de ella y se siente algo asfixiada. Tal vez deba correrme un poco o ayudarla a estudiar, que se yo… ¡Es que jamás me dio un indicio de nada!, siempre bien, siempre buena onda. Me he aguantado los celos como un caballero… En el laburo está todo el día con la Romina… esa pendeja cara de puta. Soltera el gato… me la imagino todo el día hinchándole las pelotas para salir, para irse de joda, para mandarse cualquiera. ¡Y mirá que me la banco solito eh! No la puedo ni ver a la mina, sin embargo no le he dicho nada de nada, le hago el aguante, la dejo que salga con ella y las amigas, no la jodo en lo más mínimo… es más… a veces le he mentido diciendo que también tenía planes para que no se sienta mal y me he ido a morfar a lo de mis viejos.

– Mjmmm… las milangas de tu vieja – contestó pensativo Horacio abrazándose por el frío mientras llegaban a la calle Córdoba.

– Además no sabes lo bien que nos llevábamos en la cama… la piel que teníamos. Dos o tres veces por semana seguro la poníamos. Dos. Dos veces seguro. ¿Y viste como soy yo? ¿Viste que le pongo toda la onda para que la mina la pase bien? Bueno… la pasábamos bárbaro. Es más… las dos veces que me la mandé fue de puro borracho nomas, pero jamás tuve la necesidad de estar con otra mina. Incluso… ella nunca me agarró, así que tampoco me ha dejado por una infidelidad… ¿Me habrá mentido con que la pasaba bien? ¿Habrá fingido orgasmos?… ¿viste que las minas son una zorras para eso?… te hacen creer que sos un semental con tal de que no te sientas como el orto… pero no, che. Yo me daba cuenta. Me daba cuenta que ella la pasaba bien como yo… ella demandaba. Así que lógicamente la pasaba bien.

– Mjmmm…

– Loco… ¿vos me estas prestando atención? – preguntó Marcos deteniendo la marcha.

– Mmmmm… si, obvio – dijo Horacio y le clavó esa mirada de dos mil años.

– ¿Y que pensas?

– Que sencillamente no te quiere – dijo Horacio y desvió la vista hacia la colilla que acababa de disparar.

– ¿Que? – dijo sorprendido Marcos.

– Eso Marcos… la mina no te quiere.

– ¿Esa es tu conclusión de mierda? ¡Cómo no me va a querer!

– Claro que te quiere boludo, te quiere como yo quiero a un perro, como podes querer a un sobrino o a un amigo… pero no te ama. La Emilia no te ama y no hay que buscarle tanta explicación al asunto.

– La puta que te parió Horacio…

– Es la verdad amigo… la cruel verdad.

Y siguieron caminando con dirección a la Alameda entre risas y sollozos de Marcos y las anécdotas de Horacio sobre cómo preparar un buen café.