/Culturas y peculiaridades: Estados Unidos y mi universidad

Culturas y peculiaridades: Estados Unidos y mi universidad

Podría aplicar este artículo a muchas otras culturas, entre otras la mía, pero ya que me encuentro viviendo en Estados Unidos, me centraré en mi experiencia en dicho país. Antes, si bien, deberé hacer confesión de que Utah, el estado donde vivo, tiene de por si una subcultura propia; investigue usted sobre las peculiaridades de Utah, pues yo tengo otras cosas de qué hablar. Aún más, mi noble universidad, que por nombre lleva Brigham Young, tiene su propia sub—subcultura. No pensará el lector que desprecio dicha cultura, pero, simplemente, digamos pues, que al comparar la cultura de mi noble universidad con la mía propia, hispano—europea, se abre un abismo de miles de kilómetros atlánticos que ya puede un extraterrestre contrastar y verá dos planetas distintos. Y entre la inmensidad de particularidades, quisiera yo centrarme en dos; pues el lector no quiere leer tanto. El tono y la reacción ante los encuentros indeseados.

Empecemos por el tono de voz. Si va a estudiar en Brigham Young University, prepárese los tímpanos y, si puede, firme un seguro contra la sordera, pues le hará cuenta. Hay una división en el tono: una es la agudeza del sonido y la otra el volumen. Digamos que una voz aguda se asemejaría a la del maullar de un felino chiquitín y una voz grave a la del mugir de las vacas. Pues bien, entendido el concepto, apliquémoslo a la cultura. Cuando ande usted por el campus vaya bien atento, pues sus tímpanos pueden llegar a su fin cuando, de la nada, atrone un agudísimo zaghrout arabe a la americana que muchos amigos, en inesperado reencuentro, profesen desde un lejano avistamiento. Vea usted el video, si no conoce el zaghrout árabe, y al sonido aplíquele las palabras inglesas:

Oh my gosh! What are you doing here? —que en nuestro idioma quiere decir, ¡Dios mío! ¿Pero qué haces aquí?

Pues mire usted, estudiar —diría usted con la evidencia y la sordera.

Pero no se guarde sólo al andar, pues los espacios abiertos, después de todo, absorben el sonido; cuídese sobre todo al hablar cara a cara. El estudiante no conoce la monotonía tonal, con sus dos divisiones; el estudiante o susurra o chilla, con gravedad o agudeza. ¿Cómo detectar el cambio y evitar la sordera permanente? Observe usted cuando el estudiante vaya a decir chiste o reír, pues ahí viene la transición que hará al cristal resquebrajarse y caer hecho trizas. Aquí una demostración escrita:

Pues porque, o sea, el otro día John y yo, como, nos sentamos a comer y, como, mientras estábamos comiendo, como, noté que John estaba, como, súper raro —vea aquí que el estudiante susurra— y, como, de repente dice, como, “tengo que confesar algo —y aquí verá al estudiante mugir con voz grave y hacer muecas en señal de imitación—, se me ha rajado el pantalón al sentarme” —y ahí vendrá un zaghrout en forma de risa, también muy común durante películas , y empezará usted a ver doble— y yo, como, dije, como, “hashtag trágame tierra” —y observará como torna a susurrar de nuevo aunque con voz ronca.

Así como se rajan las piedras en el desierto, por el brusco cambio entre el frío de la noche y el calor del día, sufrirán sus tímpanos con el destemple tonal.

Continúo con esta otra particularidad: el fingir no verte. Si hay algo que predomina en el campus es la sonrisa. Todos sonríen. Vea usted Insidious, la película, y se deleitará al ver una familia eternamente sonriente:

Así se encontrará usted en el campus con sonrisas hasta en la nuca.

Sepa usted, sin embargo, que la sonrisa eterna pronto desaparece cuando un encuentro indeseado está al acaecer. Observe usted a un conocido acercarse desde lo lejos; vea como sus pupilas se cruzan con las suyas y note como se forma un hilo electrificado que rápidamente se rompe. Inmediatamente después, apreciará como la sonrisa ha huido de su rostro y se ha trocado por una boca abierta cual borrico embobado frente a una pared blanca. Sus ojos se petrificarán y, si gozan de movilidad, advertirá que observarán todo lo que hay en los hemisferios menos a usted que está en medio. Sus manos se empuñarán y su cabeza tambaleará. Ahora, si como Larra así se cuida usted de saludarle como de ir a la Meca, contágiese del fingimiento y pase usted por su lado como pasa el hombre los ojos por el frigorífico. Sin embargo, si le aflige a usted el aburrimiento, salúdele una vez y reirá al verlo fingir la sordera —pues quizás haya conversado él entre zaghrouts—; salúdele de nuevo y ondee su brazo, verá como el pobre se empieza a frustrar y avergonzarse, pero persistirá en el fingir. Entonces, si de verdad tiene usted mofa como para humillarle, acérquesele y tóquele el hombro; verá como finge un peculiar despabilamiento y cómo le atormentará con un zaghrout sorpresivo.

¡Hey! —ahí el zaghrout— ¡Perdona, andaba pensando, no te había visto! —confesará.

Y usted, como buen humano, se ahorrará la humillación de preguntarle: ¿perdón? ¿Cómo sabe que le he saludado más de una vez? ¿No andaba despistado?
Y, en fin, concluiré sentenciando una particularidad que arregle los muchos enemigos que habré hecho escribiendo esto, pues no quisiera que Donald Trump se adelantara a mi deportación; y digo que los estudiantes de Brigham Young University, son grandísimos trabajadores y emprendedores de nacimiento; son un ejemplo a seguir. Por lo demás, como antes he dicho, esto mismo se aplica a otras culturas, cada una con sus peculiaridades; simplemente, me pareció conveniente inmortalizar las dichas peculiaridades de mi noble universidad para recordarlas cuando sea viejo y no recuerde ni mi nombre. Quizá, otro día, me venga la inspiración y anote las otras muchas singularidades. Quién sabe, quizá un día lo haga con las de España, si acaso el lector así lo aclama en los comentarios. Aquí dejo este testamento por el bien de la historia humana.

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