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La publicidad: Un espejo cóncavo del Esperpento

Antes de empezar a escribir mi discurso, me gustaría agradecerles a todos esos lectores de El Mendolotudo que gastaron de su valioso tiempo para felicitarme por mi cumpleaños, además de leerme. Pues si de algo se sirve el hombre en la tierra es del cariño de los demás. El dinero va y viene, pero el tiempo que se regala nunca regresa a su caudal. Gracias por gastar de vuestro tiempo en leerme y felicitarme, el tiempo es la divisa más escasa y valiosa.

Dice Liz McFall que la economía y la cultura son dos cosas en una misma esfera. Por esto entendemos que la cultura define la economía de los países y la economía de los países define la cultura; un enrevesamiento que para mis fines en este artículo evitaremos discutir. Lo que yo vine a entender es que, si la economía define nuestra cultura, nuestra participación en la economía juega un papel importante, pues nuestra participación forma la economía. Entonces, ¿quién define nuestra participación, nuestro comportamiento como consumidores? La publicidad. La publicidad es un factor elemental que contorna nuestra cultura.

Entendido esto, os contaré una historia. Iba Ramón María del Valle-Inclán andando por Madrid. Entre sus andadas vino a parar en una calle de algunas peculiaridades; El Callejón del Gato, que honra el nombre de Álvarez Gato, un escritor del que Marique dijo «fablaba perlas y plata». Tenía esta calle unos espejos cóncavos que por las tiendas se dejaban ver, y ahí se paró Valle-Inclán a observarlos. Entre sus observaciones, se dio cuenta de que la belleza de la realidad se deformaba en los espejos. Ahí comenzó a incubarse El Esperpento, el movimiento literario que nació en su obra teatral Luces de Bohemia. En la obra, Max Estrella, el protagonista, se encontraba con Don Latino en dicho Callejon del Gato, y dijo: “El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato». Y más tarde continuó diciendo: «Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas». En esta frase se resume El Esperpento.

La publicidad es el esperpento de la sociedad.  La publicidad es un espejo cóncavo que refleja una realidad deformada. Así, siendo la publicidad un determinante de nuestra cultura, ha creado una cultura que se basa en una realidad deformada. Así como los héroes clásicos del mundo se han deformado al pasar por el Callejón del Gato y se ignoran o descreditan, los valores y morales del mundo se han deformado al pasearse por el Callejón de la Publicidad, y se confunden.

Ya tratamos la semana pasada sobre el amor y el sexo. El espejo cóncavo de la publicidad lo refleja todo y lo convierte en sexo. Un ejemplo es Axe. El espejo cóncavo de su publicidad ha reflejado el cuidado del cuerpo y la prevención olorosa en sexo. Axe no vende fragancias e higiene, vende productos que te hacen atractivo sexualmente.

Así, el esperpento de la publicidad, ese espejo cóncavo, ha reflejado una realidad deformada del cuerpo. La belleza humana se ha distorsionado, ahora nuestro valor se refleja cóncava en nuestra figura. Un espejo cóncavo que refleja una imagen chata y que nos insta a perder peso constantemente. De ese espejo cóncavo nace la anorexia, la bulimia y sabe Dios cuantas cosas salen del espejo. La realidad del atractivo se ha deformado.

La publicidad refleja a las mujeres en su espejo cóncavo y las convierte en objetos sexuales. Las convierte en madres sólo, en seres débiles, sumisos. Ha reflejado a los hombres y los ha convertido en padres incompetentes, ha definido su comportamiento y lo que la virilidad significa. La publicidad ha reflejado a la juventud y les ha dicho exactamente lo que tienen que hacer, pues no hay más realidad que la que ellos muestran. La publicidad, en su reflejo deformado, muestra una realidad distorsionada llena de estereotipos.

En fin, me allego a la conclusión. El mundo se ha convertido en un gran Callejón del Gato; se ha llenado de espejos cóncavos que reflejan una realidad distorsionada de todas las cosas. Es nuestro deber salir de ese callejón y ver el mundo a través de nuestros propios ojos y no a través de los reflejos cóncavos. Quizá podamos pasearnos de vez en cuando por el callejón y decir como Don Latino: «Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato». Pero no debemos vivir allí por siempre.

Cierro con esa cita que antes he mencionado: «Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas». Yo digo que las imágenes más bellas son absurdas en el espejo de la publicidad.

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