Cuando no me quedaba otra cosa por hacer más que resignarme, la espera de aquella se hacía interminable, el mazo de cartas se llenaba de tierra y a mi mesa no se sentaba nadie con quien valiera la pena barajar y dar de nuevo. Decidí volver a aquel bar escondido en aquella galería, el Isaac Estrella.
La oferta de Tulio de prestarme la oreja, aunque no lo supe en aquel momento, resultaría una buena terapia o una suerte de desahogo liberador.
No había casi nadie, solamente un viejo leyendo el diario y tomándose un café. Me senté y Tulio se acercó:
-¿Seguís esperando?-
-Si aunque en vano, no pierdo las esperanzas-.
-¿Te sirvo algo?
-Traeme un cortado, no son horas de alcohol-
Tardó unos minutos en prepararlo, se sirvió el una caña y de nuevo se sentó en mi mesa.
-Te veo con ganas de hablar, contame-
-No sé por dónde empezar-
-Por el principio-
-Ahh el principio:
Yo era en mi adolescencia, como te dije la vez anterior, el presidente por mérito propio del club de los onanistas impúdicos. Disfrutaba plenamente de la auto satisfacción en cualquier momento y lugar. Las revistas pornográficas, las películas condicionadas en las cabinas de la galería Tonsa entrando por calle San Juan. Tocarme era lo más satisfactorio del universo y mi mundo funcionaba fantástico, al fin y al cabo no le hacía daño a nadie.
-Eras el rey de los jeropas-
-Podría decirse-
Hasta que un día apareció ella. Yo tendría unos 17 casi 18, ella, ella cerca de 35.
Yo salía como siempre, apurado por la vergüenza post masturbación, de las cabinas pornográficas. Ella iba entrando en la galería y no la ví. Me la llevé puesta y la carpeta que llevaba entre sus brazos cayó al piso, de inmediato y sin mirar su rostro me arrodillé a buscar la carpeta en el piso.
Cuando iba subiendo pude apreciar sus zapatos negros y de inmediato las uñas de sus pies rojo carmesí, sus tobillos y sus pantorrillas, hasta que su falda tubo gris me obligó a imaginar el resto. Durante el posterior asenso, sólo recuerdo haber inspirado profundamente y que su sobrio perfume penetrara mis conexiones neuronales activando mi mejor cara de bobo. Al fin llegué a sus ojos, luego de haber pasado por su blanca camisa y ese primer botón sobrio, pero desabrochado, que dejaba interpretar sus pequeños pechos, aunque turgentes; me encontré con una morocha de tez blanca, ojos azules, y dientes perfectos que con cara de pocos amigos y que con una ceja semi levantada me dijo:
-Nene, casi me tirás al piso-
Sin pronunciar palabra le ofrecí su carpeta.
-¿No sabés pedir disculpas? Maleducado!-
Mi cara tontito embobado le hizo esbozar una sonrisa perversa
-Emmmm Perdón, no te ví-
-Ese es el problema de tu generación, andan todos muy apurados-
Se dio media vuelta y siguió su camino.
Mientras tanto yo, cerré los ojos para tratar de grabar en mi memoria todos los detalles que fuesen útiles para mi próximo acto onanista. Di dos pasos y pude ver una hoja de papel a metro y medio en el piso, la levanté y volteé en su dirección pero ya no estaba. La hoja, para mi fortuna, no era más que una boleta del gas con su nombre completo y domicilio.
Durante dos días no hice más que masturbarme pensando en ella y mirar aquella boleta de Ecogas con un importe de $75,40 impaga.
Al tercer día, tomé coraje y cometí sin saberlo el primer acto de caballerosidad que cambiaría mi vida para siempre.
Eran las 20.50hs de un jueves y toqué con cobardía el portero de aquel edificio en calle España 6to piso departamento 17.
-Hola- era ella
-Emmm si qué tal Marcela?-
-Si ¿quién es?
-Soy Joaquin el chico que te llevo puesta en la galería-
-¿quién?-
-El otro día en la galería te llevé por delante y se te cayó una carpeta-
– Si, pero ¿qué hacés acá? ¿cómo llegaste a mi casa?-
– De la carpeta se te calló una boleta del gas, para cuando quise avisarte ya te habías ido y bueno, esteeeeee, vine a traértela-
-Ahh ok, subí-
Sonó el ruido de la puerta y comenzaron a temblarme las piernas, abrí y subí al ascensor, un piso antes del 7mo cielo, diría Sabina, se abrió el ascensor.
Toque la puerta y abrió de inmediato, me sacó la boleta de las manos fríamente y dijo:
-Muchas Gracias- inmediatamente me cerró la puerta en la cara.
-¡Que hija de puta! no te lo puedo creer- Dijo Tulio y se volvió a llenar su vaso.
Bajé la cabeza y emprendí mi retirada, cuando estaba a punto de abrir el ascensor, abrió la puerta de su departamento y dijo:
-Pará! no te vallas, ¿de verdad pagaste la boleta?-
Me volví hasta el umbral, levanté la cabeza y la miré a los ojos tímidamente.
-Es lo que corresponde- le dije.
-Mmmm después de todo no sos tan maleducado, el otro día no me dí cuenta, pero ahora que te veo bien, es posible que vos seas un buen proyecto-
-¿Proyecto? ¿de qué?-
Yo estaba más perdido que el Pity Álvarez en una charla Tedx. Me agarró de la remera, me metió adentro del departamento de un tirón y cerró la puerta con llave.
-Shhh, estás acá para aprender- me puso un dedo en la boca, se acercó, mis piernas temblaban como una hoja, me susurró al oído –Tranquilo bebé- y mordió suavemente el labio inferior de mi boca.
Cuando salí de ese departamento, el sol del nuevo día asomaba entre los árboles. No podía borrar de mi rostro esa sonrisa estúpida de satisfacción. En ese momento no lo noté, pero aquel día se había ido, para no volver jamás el presidente de los onanistas impúdicos.
-Nooo pará quiero los detalles- Dijo tulio que ya se había bajado media botella.
-Otro día Tulio, ahora cobrame que me cierra el Rapipago-
Escrito por Joaquín Fernández para la sección: