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Las mujeres no sabemos que nos encanta remarla

Cuando una no sabe lo que quiere se empieza a maquinar la cabeza con cosas que sólo sirven para hacernos poner mal. En mi caso, lo que me pasa es que cuando me gusta un chico, empiezo a hacerme mucho la cabeza, me fijo en cada detalle, en cada palabra, me ilusiono mucho y me decepciono un tanto más.

Pero esta desilusión no solo viene de que, obviamente, no sucede lo que una quiere o espera, si no que muchas veces sucede lo que creemos desear que suceda, y creemos que deberíamos sentirnos realizados pero no pasa eso, si no lo contrario, nos sentimos decepcionados, como si lo que conseguimos no hubiese parecido tanto esfuerzo.

Ahí es cuando caemos en un estado de peor confusión, en replantearnos si verdaderamente era lo que queríamos, es como que no nos la creemos que haya pasado, y si pasó, no estamos 100% conformes con el resultado.

Lo voy a poner en un ejemplo:

Cuando nos interesamos por un chico, pasa que empezamos a fijarnos en esos malditos detalles  “me llamó, no me llamó, se conectó y no me habló, salió con los amigos, etc.”

Imaginamos los encuentros, las conversaciones, los gestos, toooodooo, pero ¡oh vaya! Nunca pasa todo lo que sí pasa en nuestra cabeza. Pasado el encuentro, es fácil; o nos vamos mejor que cuando llegamos porque el chabón superó tus expectativas, o (por lo general) nos vamos con la idea de que ni estamos en primera base, somos menos que nada para él, te fumaste todas las boludeces que habló el chabón para que finalmente te “aclarara” que solo son amigos (a lo mejor con derecho a roce), pero solo amigos porque evidentemente el pibe te tiene loca y preferís una relación así a que no haya relación alguna.

Y vos en ese momento no sabés si tirarle con algo o poner tu mejor cara de boluda y asentir con la cabeza. Llegas a pasarte toda la noche llorando, contándole a tu amiga con lujo de detalles el momento en que agarró tu corazón y lo aplastó como si nada.

La cosa es que al otro día te levantás hecha mierda, mal dormida, odiando al susodicho por el solo hecho de haberse cruzado por tu vida, maldecís todo lo que pudo llevarte a caer una vez más en esa situación, jurándote a vos misma que vos te querés más a vos, que el flaco no vale la pena, bla, bla, bla…

Y digo “bla, bla, bla” porque justo en ese momento que te olvidaste de todo un segundo y te pusiste a ver la novela, ¡pin! Te llega un mensaje ¡¡para qué!! Se te van las lágrimas de la cara, te olvidás de la mala noche, y pasas de pensar en que ni te registra a que no puede vivir si vos, y ahí va la boluda a que la hagan mierda una vez más.

Entonces yo me pregunto, ¿no será que nos gusta eso?, ¿no será que eso es lo que buscamos?, ni yo misma me entiendo y esto se los digo porque cuando pasa lo contrario (o sea que el chabón nos da pelota) es como que ya no hay el mismo interés, te empieza a molestar más que a gustar, te pregunta todo “con quien estás, que hacés, a donde vas, que comiste, que pensaste, que dijiste”, te dice que quiere verte, se pone celoso, etc, etc. Y eso a una ya no le empieza a gustar tanto, nos gustaba más cuando no nos daba pelota, cuando sufríamos esperando la llegada de algún mensaje, cuando no pegábamos ojo porque había salido solo con amigos, cuando evadíamos la idea que podía estar con otra, cuando no éramos exclusivas pero pretendíamos serlo. Ahora el flaco que lo tenés atrás, llamándote, preocupándose, buscándote todo el tiempo… no te calienta, no te tiene pensando las 24 horas del día en él, ni ideando situaciones de encuentro, ni siendo tema principal de tus charlas de amigas.

Acá es donde yo planteo mi incertidumbre. Mujeres: ¿es verdad que nos gusta que nos hagan sufrir?

Escrito por Paula para la sección:

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