Me llamaron por mi nombre y me senté frente a un escritorio donde un hombre de guardapolvo blanco detrás de una lámpara me propuso lo siguiente:
—Si yo te doy una pastilla cuyo efecto dura 5 años, que logra que vos veas con claridad tu inconsciente y sepas lo que realmente querés, aunque esto no coincida con lo que en realidad creas que deseás… y todo esto ocurra en un lento proceso que dura esos 5 años, sin asegurarte que el conocer qué es lo que querés te conduzca al éxito de este anhelo, aunque la pastilla tenga un efecto secundario decisivo que hace que te desaparezca el deseo por el acto sexual de manera absoluta pero sin complacerte la soledad ni el anhelo de sentir el contacto con una mujer, ¿la tomarías?
—¿Y yo sabría qué es lo que quiero en mi subconsciente incluso aunque sea lo mismo que yo creo que quiero en mi consciente?
—Exacto, a lo mejor lo que querés en tu subconsciente es lo mismo que querés en tu consciente.
—¿Y yo en esos años no tendría deseo sexual pero sí sentiría las ganas de estar con alguien…?
—Sentirías las ganas de estar con una mujer de manera íntima, de besarla, de tocarla, pero en ningún momento sentirías atracción sexual, sino que eso compensaría tu soledad, tu necesidad interior de sentirte querido… ¡Pero, bueno! ¡Sabrías qué es lo que busca realmente tu subconsciente! Sabrías por qué hacés lo que hacés, por qué te va como te va…
—A mí me va bien.
—¿Te va bien…? ¿Qué es que te vaya bien? ¿Qué significa?
—Que no tengo problemas de plata, no estoy solo, no…
—La pastilla no falla. Entre los cuatro años y medio y los cinco años te revela cuál es tu deseo profundo, qué es lo que querés de verdad… La pastilla libera un químico que excita la glándula pineal y recrea una combinación química que traduce, por decirlo de alguna manera, lo que se recrea en forma de sueño al lenguaje consciente…, y lo mismo que una certeza, que cualquier conocimiento aprendido, te aparece en forma de pensamiento qué es lo que deseás verdaderamente.
—Es que a lo mejor descubro lo que quiero y no lo puedo concretar… ¿o entendí mal?
—Ah, sí, tal vez no lo puedas concretar.
—Cinco años… Cinco años de no tener deseo sexual pero sí soledad y…
—Sí, cinco años.
—Pucha, no sé qué hacer.
—Mirá, te voy a decir algo que no debería… bah, no debería… A ver, decidas lo que decidas, vas a estar haciendo lo que tu inconsciente realmente quiere, así que no te preocupes. La pastilla funciona, es real, pero tu deseo inconsciente siempre es el que gana, te proponga lo que te proponga.
—Pero, ¿cómo voy a saber lo que realmente quiero?
—Por su resultado. No te preocupes, lo vas a saber.
—Bueno, entonces prefiero no tomar la pastilla y evitarme esos cinco años de soledad.
—Bueno, listo. ¿Estás seguro?
—Sí.
El hombre sacó de debajo de la mesa una carpeta, la abrió y tenía una sola hoja donde después de un brevísimo párrafo y el título de “Desea tomar la pastilla” se veían dos cuadraditos: Sí quiere y No quiere. Tildó el No quiere y me hizo firmar debajo.
—Muchas gracias por venir, Marcos.
De nada, le dije y salí de la oficina. Enseguida otra persona pasó tras de mí. Y me quedé pensando. Y sí, era cierto, ya en el ascensor supe qué es lo que quería. Lo supe sin lugar a dudas, me apareció en la cabeza como un conocimiento aprendido, como un pensamiento confirmado. Y me apoyé a un costado de la puerta y lloré con amargura.