/De cómo los Beatles salvaron mi vida

De cómo los Beatles salvaron mi vida

Una caja de cartón alta de no más de cincuenta por cincuenta centímetros. Siempre estuvo ese bartulo cerrado en lo más alto de la repisa familiar. Desde que era un niño ya formaba parte del decorado cotidiano y no llamaba más la atención.

Cuando tuve edad de razonar, cuestioné:

-Pá, ¿Que hay en la caja de arriba? –

-Música, hijo-

¿Música? Pensé para mis adentros ¿Puede la música encerrarse? Y si es así ¿Entra en una caja de cartón?Pensando que mi padre estaba haciendo alguno de sus clásicas chistes, desestimé y olvidé.

En algún otro año, mis padres salieron con mi hermana. Debo haber tenido edad de quedarme sólo en casa, puesto que la responsabilidad de cuidarme era toda mía. Aproveché la soledad, y como un ladrón al acecho, me fui tras el preciado botín. Poniéndome en puntas de pie y con mucho esfuerzo, alcance la caja. Mis brazos se torcieron por el peso semejante ¡Nunca pensé que pesaría tanto! Como pude bajé la cesta al suelo. Una gruesa capa de polvo cubría las tapas. Un solo soplido, un tirón a un viejo cierre de cinta adhesiva y listo. El tesoro era mío.

En el interior, relucientes, como si el tiempo no hubiese pasado, me esperaba una infinidad de discos de vinilo. Era la primera vez que veía un vinilo. La forma, el peso, la textura…era algo mágico. Sabía de qué se trataba, pero nunca había tenido uno, y mucho menos lo había escuchado sonar. No teníamos en casa el electrodoméstico necesario.

Me senté con las piernas cruzadas, y revolví la caja. Encontré vinilos sueltos, en sobre y en sus empaques originales. Había pequeños, grandes, algunos pesadísimos como de porcelana, otros livianos como plástico. Empecé a leer los interiores de los discos. Nombres desconocidos: Pugliese, Sinatra, Cafrune, Sandro. Cosas que tocaba de oído por las charlas de mis viejos, pero nada que me sonara. Excepto uno: Un vinilo suelto me llamó la atención; era negro como la noche, con un interior blanco y una manzana verde brillante decorando el medio, ¿el título? Los Beatles – Letit be –

No lo sabía aún. Pero la banda de Liverpool había llegado a mi vida.

El nombre me sonaba de escuchar a mi padre nombrarlo varias veces. Pero su música me era desconocida.

Mis padres y mi hermana llegaron y me encontraron sentado como “indio” en el suelo, rodeado de discos.

Recuerdo el terror de haber sido sorprendido, el miedo del reto paternal por escabullirme en la travesura. Pero no recibí nada de eso, cuando mi padre encontró el disco que sostenía entre mis manos, sonrió.

Era la primera vez que los Beatles me salvaron la vida.

Los años pasaron y me olvide completamente de los discos. La tecnología había llegado, pero no a mi hogar, sino al vecino. La madre de un amigo le había comprado un equipo de música con casetera, radio, y en la parte superior, un tocadiscos. El carecía de vinilos y quería probarlo. Yo tenía una caja llena. Corrí a casa y baje la caja.

A esa altura ya conocía los Beatles, sabia de ellos como cualquier mortal. Pero no tenía más idea.

Abrimos la caja y busque celoso aquel vinilo. Ahí estaba, brillante como siempre. Lo pusimos, y sonó. Era la primera vez que escuchaba la púa leer los surcos de un disco de vinilo. Desde ese día supe que aquella banda era algo especial. Las casualidades no existen, si las causalidades. Escuchamos el disco hasta el hartazgo, mi amigo cansado, yo valorando cada sonido.

Mi abuela materna falleció un tiempo después. Recorrer la casa vacía de mi abuela era una película surrealista. El famoso desván donde no nos dejaba acercar estaba ahora sin su guardiana. Entré con mucha pena, corrí las cajas que molestaba mi pasar, buscando nada. Pero lo encontré todo.

Un pequeño tocadiscos averiado me miraba en un rincón. Pregunté a mi madre si podía llevármelo, y me dio la afirmativa.

Obviamente el tocadiscos no funcionaba, me costó arreglarlo, pero lo hice solo. El primer vinilo que probé fue el mismo. Los Beatles sonaron por toda la casa. Mi madre se acercó y sonrío. Fue la primera vez que lo hizo después de que su madre muriera. Un logro personal, mi madre ahora podía escuchar sus artistas olvidados. Una salvada de vida.

Toda mi adolescencia escuche, admire y me llene de los cuatro de Liverpool. Cuando algún pensamiento estúpido aparecía en mi mente, corría a refugiarme en sus canciones. Cada vez más simbólicas, cada vez más familiares.

Ya de joven me tocó ver como mi padre estaba siendo devastado por el cáncer. Había juntado una buena colección de vinilos que tocaba para él, RubberSoul, Submarino Amarillo, Sargent Pepper… los pinchaba una y otra vez mientras intentaba distraer a mi padre.

El día fatídico llovió. Después de que mi padre falleciera me encerré en mi habitación. El Álbum Blanco sonó despacio con Blackbirdcomo estandarte, hasta que mis lágrimas dijeron basta. Los Beatles me habían salvado una vez más.

Pasaron los años. Cada alegría, cada triunfo, tenía como banda de sonido a los “FabFour”.Cada pena, cada tristeza, eran los cuatro de Liverpool lo que me acompañaban.

Cuando me enamore fueron ellos los que me dieron las palabras justas para realzar el sentimiento. Cuando perdí el gran amor de aquella mujer, fueron ellos los que me mantuvieron a flote durante meses.

***

Parece estúpido, parece algo irrelevante para alguien que lo mira desde afuera. Pero es increíble como la música puede respirarse, puede palparse. Es increíble como una banda en particular, con sus aciertos y desaciertos, puede ser el combustible que necesitamos y nada más.

Los Beatles salvaron mi vida una y mil veces, y estoy seguro que van a seguir haciéndolo. Entonces cuando algo así pasa; sonreís al escuchar aquella frase que dice que “eran más grandes que Jesús”… porque estás completamente de acuerdo.

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