/Pueblo, tierra… Mi querida Remonta.

Pueblo, tierra… Mi querida Remonta.

Soy una persona común, corriente, con todas las cualidades de ser persona. Mis ganas de vivir siempre fueron muchas. Nací en casa de barro y techo de paja. Mamá y papá siempre me dijeron que era el mejor, que no había nada que me borrara la sonrisa en mis días. Me eduqué con valores, con amor y felicidad. Fui a una escuela sin suelo, de tierra y olor a cerros, fui feliz. Data que viví mis estudios a fines de los 70´, época dura de nuestro país, nada me lastimó, siempre me cuidaron y nunca vi más allá de aquella curva donde se impregnaban mis ojos de aquel puente de cemento sobre el rio Tunuyán.

Pasaron los años, me mecía en aquella goma de Chevrolet 400 Rally Sport que perteneció a un tío que salió de la mano de aquellos militares y nunca volvió. Jugaba bajo aquel nogal que en tiempos de gloria servía como aderezo de los panes dulces navideños que preparaba mamá, moldeados en latas de leche Nido comprados en Don Gómez a la vuelta de mi hogar.

¡Fua!, ¿Cómo no acordarme de aquellas navidades donde , en los Leones del pueblo,  nos sentábamos a ver los artilugios pirotécnicos que danzaban en los puebluchos de nuestros alrededores? Por allá, a la izquierda, se veía Tupungato, un poquito más cerca Vista Flores, a lo lejos Tunuyán, acá nomas los cuarteles de guardia del RIM 8 y los disparos de bengala del tan austero Eugenio Bustos.

La pasábamos bien, siempre la pasábamos bien, hasta hace poco. Hoy corre el 2017, ¿Qué año no?, mientras araba mi tierra para plantar mi clásico tomate para el año próximo, oí en la radio local que me habían vendido la casa, con muebles, pichichu y todo, casa que fue de mi abuelo, mi padre, mía y pensaba que en el futuro seria la herencia que mis niños recibirían, ya que estudio y fortuna no les iba a poder legar.

Me hablaron de decretos, ordenanzas y militares; militares que durante años habían sido vecinos, amigos y comerciantes. Me dijeron que luchara y me hiciera oír, yo no le encontraba mucho sentido, mi tierra es mi tierra.

Un día martes por la mañana, golpearon a mi puerta hombres de traje, camisas almidonadas y maletines pesados, jamás supe cuan cantidad de cosas podían cargar esos armatostes de cuero. Me hablaron como a un niño, me miraron con desprecio, como si mi vestimenta fuera condición de pobreza o miseria. Me pusieron papeles sobre la mesa, me hablaron de que lo mío ya no era mío, de que mis vecinos ya no serian mis vecinos, me hablaron de aptitudes constitucionales, cosa que nunca entendí; mi señora, esposa, mujer, amiga, compañera de mil batallas me miraba desentendida, yo también lo estaba. Me propusieron pagarles, escriturarme, o si no, echarme. Por curiosidad de pueblerino quise saber quién era el responsable de eso, los señores en cuestión se pausaron en el tiempo, se miraron entre ellos y con toda la frialdad del mundo me dijeron, un decreto del Presidente de la Nación.

¿Ustedes se imaginan el frío que corrió por mi cuerpo en ese momento?, aun recuerdo ese octubre de 2015 donde ese hombre me habló de progreso, que la gente iba a ser feliz, y que iba a abundar el trabajo, íbamos a crecer. Me sentí más argentino que nunca, vi que quien se ponía la camiseta era ese señor de ojos claros, que la desestabilidad iba a parar («Qué bien suenan esas palabras», pensé). Le creí, que ingenuo fui.

Hoy me quiere vender, dejarme en la calle, vender todo este suelo que nos vió crecer, me quiere hacer pobre, quiere vender toda mi querida Remonta. Señor presidente ¿Qué le he hecho yo a usted?

Les cuento que este es un suelo rico, de familias humildes, poco profesionales, pero sí luchadores naturales, con ganas de hacer, a nuestra izquierda tenemos bodegas, nos rodean campamentos militares (vendidos también), tenemos unas bellísimas piletas de agua potable que surten las canillas de cientos de sancarlinos y tunuyaninos, somos pureza dijo una vez mi abuelo; como negar el bellísimo pizarrón que nos resguarda, productor de zonda, alto como la inmortalidad, la majestuosa cordillera de Los Andes. Algunos dicen que vivimos en el campo, como si vivir en lugares de cemento y asfalto fuera pureza natural.

Hoy esta tierra me la vendieron, me traicionaron, nadie dijo nada, y tampoco lo dirán. Por allá llegaron abogados, concejales y ministros, que el novio de la vice, que la esposa del gober. Se acercaron como si mi desgracia fuera motivo de victoria para ellos, seguramente en el discurso que igual me creí en el próximo octubre.

No hay mañana en la que me levante y no piense en que muere mi alma, mi corazón se desarma, donde mis niños a diario me preguntan qué pasa, y yo sinceramente, sinceramente no sé nada. Me dijeron ladrón, a mi padre y a mi abuelo también, y por Dios yo juro “M´hijito querido, yo, yo no me robé nada. Por ahí siento que esto es culpa mía, pero unos dicen NO y los otros me gritan que SI.

Uno de estos días, como tantos mas, me tocó hablar, precisamente para este sitio que no sé cual es, ya he visitado municipalidades, legislaturas y congresos. Se me han reído, he cortado calles, he pedido ayuda, y sin embargo, creo yo, lo mejor que puedo haber hecho es visitar mi querida capillita de Loyola. Hoy no me interesa decir mi nombre, me dijeron que no era necesario, mi querida remonta llora, no necesita ser vendida por tantos millones, que por ahí escuché, no se paga en total, igual, a mí qué me importa.

No sé qué hice para recibir esto, no sé hasta dónde llegó la avaricia, avaricia mala y dañina, de aquellos que nos prometieron gobernar y cuidar.

No pretendo ser famoso, solo busco ser oído, quiero vivir en mi casa, aquella que con esfuerzos cuidé, no quiero pagarla, ya es mía.  Porque vista de “grafa” no quiere decir que sus trajes los hagan superiores.

A usted, señor presidente, mi pueblo, mi tierra y mi querida Remonta, no se tocan.

No me interesa la política, mucho menos la economía, no me interesa Cornejo, Macri y mucho menos Cristina.

Solamente sé, y lo tengo por seguro, que uno de estos días me quedaré en la calle, sin techo, porque claramente no interesa lo que haya dicho.

Me tengo que retirar, mientras tanto tengo hijos que criar y cosecha que levantar, que más vale vivir así, lo único que quiero es ser feliz.

 

 

 

Escrito por Leandro Catalán Resentera para la sección :