/Revelamos el oscuro secreto que se esconde detrás de Charly García

Revelamos el oscuro secreto que se esconde detrás de Charly García

Carlos Alberto García Moreno fue internado el 9 de Junio de 2008 en Mendoza, luego de una maratónica jornada de excesos que lo llevó a provocar destrozos en un hotel en Mendoza y pelearse con uno de sus colaboradores.

El astro del rock estaba en medio de la gira «Demasiado Ego». Después de un show caótico canalizó su furia contra las instalaciones del hotel Solaz de los Andes, ubicado en la calle Brasil 308 de la ciudad de Mendoza.

La noticia hizo eco en todo el país, días después le dieron el alta y García continuó su gira por San Juan, presentando un show en  las mismas paupérrimas condiciones. Finalmente desapareció de la escena local. Las noticias decían había sido internado en una clínica de rehabilitación, donde pasaría el resto del año hasta nuevo aviso. Palito Ortega se haría cargo de él y comunicaría informes y estado del músico.

Pasó el tiempo, el músico se recuperó y hoy está vivo y rozagante dando recitales… siempre de la mano de Palito. Eso es lo que todos saben… pero hay una verdad escondida, un secreto extremadamente bien guardado… hasta hoy.

Corría la tarde del 2 de enero, abrasado por el calor del sol mendocino, cuando me llegó un mensaje privado a mi perfil de Facebook. «Tengo que hablar urgente con vos» rezaba el texto. Perfil sin foto, nombre extraño, me di cuenta que era «fake» al instante. Suponiendo que era alguien que quería aprovecharse de mi buena voluntad, procedí a preguntarle cautelosamente qué quería. «Charly García está muerto» me respondió… yo me quedé helado.

Inmediatamente googleé la noticia… no salía nada, absolutamente nada. Infobae, Clarín, Los Andes… nadie decía nada. «¿Cómo que está muerto?, ¿qué le pasó?, ¿quién sos?» bombardee a preguntas. «Dame un teléfono que te llamo» me dijo. Creyendo que era una broma de mal gusto o un preso que quería abusarse de mi confianza, le pasé el teléfono de la oficina. Inmediatamente comenzó a sonar… «número privado». Atendí… era la voz de una mujer. Lo primero que me pidió es que le jurase no avisarle a nadie de lo que me iba a contar, que no me daría su nombre, pero que no llamase ni a los medios ni a la policía. Asentí.

– El corazón del músico no soportó la exorbitante dosis de cocaína y whisky ingeridas durante un lapso ininterrumpido de 72 horas – contó Adela por teléfono. Ella es enfermera, en ese tiempo trabajaba para una clínica privada donde fue llevado el músico aquel fatídico 9 de junio de 2008 – Llegó muy, muy mal a la clínica y no lo pudimos mantener, luego de unas horas de luchar por su vida colapsó y no lo pudimos revivir – prosiguió. Yo no podía creer que tamaña noticia no hubiese salido a la luz, en cuanto traté de preguntarle me interrumpió y me pidió que la dejase hablar, que estaba muy nerviosa. Continuó con su fascinante relato.

– A las 4:23am del día 10 de junio de 2008 Charly García dejó de existir, minutos después apareció Daniel, el director de la clínica, con el rostro desencajado. Era extraño que estuviese a esa hora ahí, pero supusimos que estaba por la importancia del paciente. «No puede salir nadie de la clínica, denme sus teléfonos celulares» ordenó serio e inmutable mientras extendía la mano para que le diésemos nuestros aparatos móviles – Adela hablaba pausado, como temiendo ser descubierta, yo intentaba ir anotando todo lo que ella me decía, pero la ansiedad me impedía escribir algo coherente.

– Una vez que tuvo el de las doce personas que estábamos ahí (entre enfermeros, doctores y administrativos), – prosiguió – los colocó en una caja de cartón y envolvió la misma en papel aluminio. «Está terminantemente prohibido que informen lo sucedido, he recibido un llamado urgente desde Buenos Aires, nos tenemos que quedar acá. No entiendo muy bien que ha pasado, pero me dijeron que de abrir la boca, la vida de todos nosotros está en peligro. Por favor aguardemos acá».

– ¿Cómo que la vida de ustedes estaba en peligro? – pregunté desorbitado…

– Si no entendes vos, imaginate nosotros. Estábamos paralizados, a Daniel se le notaba el miedo en todo su semblante – respondió Adela y continuó – Antes de las 6 de la mañana ingresó una camioneta negra, de vidrios oscuros, esas cerradas y enormes. Creo que era una Ford. Se bajaron varios hombres con trajes químicos amarillos y muchas herramientas de acero inoxidable y aluminio.

– ¿Pero eran médicos? no entiendo…

– Médicos científicos, lo supe después, en ese momento sólo se me venía a la mente Walter White en Breaking Bad – comparó Adela – Llevo cuarenta años de enfermería y jamás vi ese tipo de instrumental. Era increíble. Entre los hombres apareció uno de traje negro, lentes oscuros, completamente formal. Era Palito Ortega…

En ese momento estaba seguro de ser parte de una broma, para mi Palito Ortega era un músico mediocre que cantaba «despeinada», se me hacía surrealista su aparición ahí… – ¿Palito? ¿Palito Ortega? ¿Palito? ¿El que canta despeinada ha ha ha ha? – le pregunté a Adela tarareando la canción.

– Él mismo… Ramón «Palito» Ortega. Pero no como vos lo conoces, con esa cara de payaso ridículo, sacando la lengua cada tres palabras, sino con un porte imponente, serio, formal, enorme. Daba miedo su rostro filoso y su mirada reptiliana.

– ¿Y ahí todos se cagaron de risa? – agregué un comentario estúpido y sin sentido, sin poderme imaginar a Palito como un villano o antihéroe.

– No Martín… te digo que no era el «Palito» pelotudo que todos ven. Incluso nadie le decía «Palito», sino que todos lo llamaban por su nombre. Con un handy dijo unas palabras y escuchamos la frenada de otra camioneta de similares características. Pero de esta bajaron ocho hombres vestidos con uniformes como de SWATT, y con armas de un calibre enorme.

– ¿Militares? – pregunté incrédulo, mientras de los nervios, me mecía de un lado a otro en mi silla giratoria.

– No… muchísimo más equipados. Días después, googleando, encontré que llevaba fusiles de asalto Heckler & Koch G36 alemanes, armas de elite, solo para grupos comando especiales.

– ¿Y qué hicieron? – quise saber de inmediato. La ansiedad me impidió continuar sentado.

– Se apostaron en la puerta y en todos los pasillos, ordenaron que nadie saliera de las habitaciones, ni pacientes internados, ni los parientes que los cuidaban. Todo de una manera violenta y marcial. Cuando el perímetro estuvo cubierto, Ramón recibió el aviso y con el handy volvió a hacer un llamado.

– ¿A quién le llamaba? – indagué mientras caminaba de un lado a otro de la oficina intentando imaginar la escena.

– Se comunicaba con el equipo – respondió pausada – Los tipos de los trajes químicos habían entubado a Charly por todos lados y lo habían subido a una camilla que ellos tenían, muy diferente a las nuestras. Entonces apareció un tercer vehículo, más parecido a una ambulancia, pero negro y blindado, de las mismas características que las Ford. Estacionó en la puerta, subieron a Charly y partió inmediatamente custodiado por el grupo de asalto. Cuando este grupo estaba saliendo a uno se le calló una pequeña máscara, la agarré y me la escondí bajo la chaqueta.

– ¿Y te vieron? – me quedé paralizado ante la pizarra de la oficina proyectando el enojo de Palito o un Swatt al ver que Adela se había querido hacer la pilla.

– No, gracias a Dios no – aseguró – Ramón nos dijo que nos iban a intervenir los teléfonos y que teníamos prohibido contar sobre la defunción o el estado de Charly, mucho menos del operativo que acabábamos de presenciar. «De todas maneras no se van a acordar de nada ja ja ja jaaa» dijo, y el «jajá» lo hizo sonar como el estribillo de la canción «La felicidad».

Imaginé esa escena maquiavélica. Entonces la duda me carcomía… no pude evitar interrumpir nuevamente a Adela – ¿Pero cómo nadie dijo nunca nada hasta ahora y vos te acordas de todo?

– ¿Me vas a dejar terminar la puta madre? – me retó inquieta.

– Perdón, si seguí, perdón – respondí. No podía ser cierto todo lo que estaba escuchando, casi once años habían pasado de aquel episodio.

– Ramón levantó la mano y los químicos sacaron de sus mochilas una especie de cilindro enorme, como de cartón, y lo arrojaron por los pasillos y las salas. Palito sacó de su bolsillo una máscara igual que la que yo tenía y bajó su mano – dijo por el teléfono Adela y yo pude presentir que ella actuaba la escena – entonces estos tipos apretaron unos dispositivos y de los cilindros comenzó a salir humo, mucho, muy denso.

– ¿Humo? ¿Fuego? ¿Quemaron la clínica? – dije atolondrado, imaginando un «que parezca un accidente» de la mafia.

– No, fuego no, una especie de gas somnífero. Entre la humareda desaparecieron todos, mientras mis compañeros y yo tosíamos y nos caíamos al piso. Segundos antes de perder el conocimiento, cuando estuve segura de que se habían ido los intrusos, saqué la máscara y me la coloqué…

– ¿Y no te vieron?

– No… aguanté la respiración y esperé que se fueran para ponérmela. Cuando logré disipar la niebla vi que todos mis compañeros estaban en el piso y que no había rastros de nada… ni siquiera de los cilindros esos… se habían desintegrado con el mismo gas.

– Ahí llamaste a la policía – aseguré, pensando en lo que quizás yo haría. El sudor me había mojado las sienes y tenía la mano aceitosa de apretar el celular.

– No, le hice caso a Ramón. Me quedé en la recepción de la clínica, intentando destrabar la puerta de entrada. De a poco comenzaron a despertar mis compañeros… no recordaban nada de lo que había pasado. Ni siquiera que Charly había ingresado a la clínica. Por prudencia y miedo, decidí quedarme callada.

El relato de Adela era tremendo, mientras me contaba esto su voz temblaba y se entrecortaba. Me comentó que la historia seguía, pero que no me podía contar más nada por teléfono. Necesitaba más datos, no sabía qué quería de mí o El Mendo, pero no me podía quedar con tan poca información. Según ella, la llamada podría ser rastreada, así que me dijo que por Facebook me pasaría las coordenadas cifradas de una reunión, luego eliminaría todo y me cortó en seco. Este fue el mensaje…

«Hez negada entre jornadas de reposo azul y un sol alegre»

Eso fue todo… estaba desesperado, no entendía absolutamente nada del mensaje. Adela había borrado el perfil de Facebook, en la clínica nadie sabía de ninguna enfermera con su nombre e Internet no me arrojaba ningún resultado. La maldita frase me carcomía la cabeza, la había anotado en las pizarras de las oficinas del Mendo, traducido a mil idiomas, dada vuelta, armada en acrósticos, acrónimos, versos, números… nada. No tenía lógica.

Entonces me di cuenta de eso… quizás que no había lógica para resolverla, sino algo más elemental. Seccioné la frase en partes… la hez hacía referencia a las heces, a la materia fecal… a la CACA. Negada era una negación… NO. Un torrente de electricidad me recorrió todo el cuerpo… ¡como fanático de Charly debería haberlo sabido al instante! Estaba haciendo alusión al «templo» de Charly en Mendoza… «¡El Cacano!». Sin dudas la cita tenía tintes de cuestiones relacionadas a García. Desempolvé toda la discografía y escuché tema por tema, quizás en la música estaba la respuesta.

Jornadas debía hacer referencia temporal a algo… meses, semanas, días. Día de reposo… el «día de reposo» es en hebreo el «sábado». Ahí nomás me di cuenta de que un sol hacía referencia al domingo, día dedicado a la divinidad pagana denominada Sol Invictus, según los romanos. Un sábado azul y un domingo… ¿alegre? Me sonaba de algún lado… ¡un sábado azul y un domingo sin tristezas! ¡Era viernes 3am, la legendaria canción de Serú Girán!

La cita era en Cacano el viernes a las 3 de la mañana ¡Pero claro que sí! Un lugar escondido en el medio de Chacras de Coria, clausurado, tan apegado a la historia de Charly en Mendoza… ¡qué genialidad la de Adela!

Ese viernes llegué a la plaza de Chacras, mi auto era el único parado ahí, donde antes había cola para entrar y tenías que estacionar a kilómetros. En la vereda no había un alma… todo estaba callado, lúgubre, color ámbar, tranquilo. Me paré en la puerta del lugar y esta se abrió lentamente, dejando ver la oscuridad interior. «Pasa Martín» se escuchó desde adentro. Apenas ingresé se cerró de un portazo y una llave la aseguró. Mis pupilas se dilataron y comencé a tantear con las manos algo, una persona o cualquier cosa para sostenerme. Los nervios me atacaron y comencé a sentir mi corazón palpitar a mil. «¿Adela? ¿Hay alguien acá?, ¿Don Cacano?» pregunté… el silencio sepulcral me estaba destrozando. Me volví contra la puerta, tomé el picaporte e intenté abrir… era demasiado tarde.

«Acercate» escuché al tiempo que una luz del techo iluminaba una única mesa ubicada en el medio del salón. El Cacano estaba exactamente igual a antaño, solo que abandonado y sucio. Lleno de telarañas, polvillo y mugre. En el piso aún había rastros de chicles pegados, tapitas de cerveza y manchones de líquidos varios. En la mesa había una persona con capucha. La luz le caía de arriba, así que no podía divisar sus rasgos, pero por la voz supuse que era una mujer. Sin dudas debía ser Adela. En la mesa había una botella, un habano y un dispositivo rectangular, parecido a un celular.

Efectivamente era ella. Me invitó a sentar, nos saludamos de palabra, me sirvió un whisky, me convidó un habano y pulsó el dispositivo que comenzó a grabar la conversación. Me habló en silencio, sin prisas pero sin pausa… así continuó la historia…

– Comencé a investigar sobre lo sucedido en Internet, pero no había nada al respecto. Le escribí a Walter Gazzo pero me dijo que Charly estaba en rehabilitación en la clínica Avril y que él mantenía línea directa con el staff de Palito, que lo que le decía yo era un disparate. Nadie me creyó.

– ¿En ese momento no pensaste en hacer una denuncia o algún medio?

– Lo único que tenía era miedo, ¿qué le iba a decir a la policía o a un periodista? – respondió con razón y prosiguió – El martes 21 de octubre de 2008 salió a la luz la noticia de que Charly había recibido la autorización para abandonar la clínica  y continuar con su tratamiento en un lugar privado… justamente la quinta de Ramón «Palito» Ortega.

– ¡Que hijo de puta! Si… recuerdo esa noticia, incluso hasta el día de hoy lo acompaña a todos lados – agregué mientras intentaba divisar algún rasgo de Adela tras las sombras, lo que me resultaba imposible.

– A todos lados – certificó Adela – En ese momento me quedé helada. Inmediatamente renuncié a mi trabajo, tomé el dinero que tenía a mano y me fui a vivir a Luján en Buenos Aires. Tenía que intentar infiltrarme en esa quinta.

– ¿En serio? – dije sorprendido.

– ¿Vos te crees que me iba a quedar toda la vida con la duda? – respondió la enfermera – Tocando algunos contactos de antiguas amistades políticas, logré hacerle llegar mi CV a Fernando Szereszevsky, ex manager de Charly. Lógicamente eliminé mi parte de experiencia laboral en aquella clínica, suplantándola por conocimientos sobre medicina biomolecular y fabricación de cócteles antiage para mantener y fortalecer tejidos y órganos. Fernando me creyó y a la semana estaba trabajando en la quinta de Palito.

– ¿Porqué pusiste eso?

– Intuición, quizás… y además porque se estaba poniendo de moda entre personajes allegados a Palito, como Moria Casán o Cacho Castaña, así que le agregué eso y creo que fue mi llave de acceso.

Yo escuchaba atónito todo lo que me contaba Adela, tenía la voz de una mujer madura y aunque temblaba al hablar sus palabras sonaban firmes y certeras. No pude evitar preguntarle por la muerte de Charly, episodio que aún no entendía.

– Bien… tardé varios años en desenmarañar toda esta trama, no viene al caso que te cuente los pormenores de cómo me fui ganando la confianza primero de Szereszevsky y luego de un doctor al que todos llamaban «Doc», pero nunca por su nombre y apellido. Este sujeto era la mano derecha de Palito, entonces logré llegar a su círculo íntimo y ahí me enteré de todo…

– ¿Qué le pasaba a Charly? – quise ir al grano, ya desesperado de tanta intriga.

– Efectivamente el 10 de Junio del 2008 Charly, tal como lo conocíamos, había dejado de existir. Lo que veía en ese momento (y lo que vemos ahora, lógicamente), es un prototipo llamado BioExoMachine, inventado por el propio Palito y financiado por Bárbara Mark, cuarta esposa de Frank Sinatra y heredera de parte de su fortuna.

– ¿Bio qué? ¿qué mierda es eso? – no podía creer lo que estaba escuchando.

– BioExoMachine. El BioExoMachine es el sucesor del BioIndoMachine y se trata de un robot de tecnología de avanzada que hace las veces de parásito de un humano y adquiere sus características, procesa toda su vida e información y logra generar contenido y pensamientos similares al humano «huésped». La diferencia es que estos robots no son totalmente artificiales, sino que necesitan del cuerpo real de la persona.

– No son clones – supuse con acertada razón.

– No, no es un clon. El primer prototipo de la serie, el BioIndoMachine, se le instaló a Mirtha Legrand, cuando la diva falleció, el 9 de diciembre de 1987.

– ¿Cómo que falleció? – pregunté sorprendido… era demasiada información para tan poco tiempo, suerte que el grabador de Adela estaba registrando todo. Maldije mi inocencia al no llevar uno mío.

– Si, falleció a los 60 años. Lógicamente casi nadie se enteró.

– Salvo Palito – dije comenzando a entender la maraña en la que estaba metida Adela y ahora yo.

– Exacto – y siguió – El robot funciona a la perfección, solo que carece de movimiento corporal absoluto. Únicamente se puede mover de la cintura para arriba y debe estar conectado a una poderosa fuente de energía e información situada en la parte inferior del aparato. Además necesita alimentación eléctrica casi de manera permanente y no puede estar activo más de dos horas por día.

– Pero… ¡pero Mirtha sale todos los días en la tele! – reclamé intuyendo algo raro.

– El BioIndoMachine injerto en Mirtha es encendido en cada almuerzo de la diva y apagado cuando se retiran todos los invitados. Luego le cambian la vestimenta y el maquillaje y la dejan cargando toda la noche para, al otro día, volver a presenciar una «Mesaza». Por si solo puede procesar datos, generar conversaciones y sacar conclusiones tal como la mismísima Mirtha. Mantiene sus rasgos y apariencia perfecta ya que utiliza el mismo cuerpo del humano en cuestión. Por supuesto que todo esto fue aprobado por la Legrand, quién tenía un cáncer terminal.

– Vieja pilla…

– Deseo de inmortalidad, creo que es eso.

– Increíble que Palito esté detrás de todo esto… – comenté sin poder quitarme la imagen del cantante absurdo.

– Vos lo ves a Palito así como un boludo, pero en realidad es un científico sin precedentes, tiene una mente avanzada y un coeficiente mayor que el de Einstein. Ese disfraz de ridículo le sirve a la perfección para su plan maestro. Bárbara Mark financia el proyecto porque mantienen a Frank Sinatra crionizado, esperando con ansias el momento que Palito descubra cómo insertar la tecnología BioMachine en cuerpos fallecidos con más de 24hs.

– Claro… por eso la urgencia en secuestrar a Charly recientemente fallecido – caí en la cuenta.

– Si. El BioExoMachine es el último avance en su investigación, ya que logró que el sistema se maneje por sus propios medios, camine y se mueva, aunque aún de manera rústica y con escasa agilidad. Tiene defectos que van arreglando sobre la marcha, la motricidad es todo un tema, ¿viste que Charly está tieso y parece de piedra?

– Si, no es el mismo, parece un supuesto, una hipótesis.

– Bueno… eso lo tiene sin dormir a Ramón y el equipo. Otro tema es la hinchazón, el sistema genera colágeno para mantener los tejidos vivos, pero no puede dosificar la medida por autogestión, entonces el cuerpo se abotona y tiene que ser drenado cada ciertos días, el problema no es que se vea «gordito», sino que dificulta la gesticulación, por eso cuando habla o parpadea parece, justamente, un robot.

– Ahora me cierran muchas cosas…

– Lo que no han podido lograr es modificar la conducta real del humano, por eso Mirtha sigue comunicando conceptos fascistas y derechosos, aún en una época de rating progre y pañuelitos verdes y Charly no puede dejar de tomar merca y whisky. Le han tenido que poner conductos de zafiro en la nariz y tienen una cocina de cocaína en la quinta, porque el presupuesto de lo que se toma es infinito.

Seguía atónito ante tamaña confesión… esta era la noticia de mi vida, pero no lograba entender lo que estaba pasando… entonces hice mis últimas preguntas, punzantes y certeras – ¿Qué haces acá? y ¿porqué me contas esto a mí?

– Necesitaban una persona de confianza para probar el último prototipo, el BioSupraMachine, el final del proyecto, el que podría revivir a Sinatra o Disney. Éste debía ser testeado en alguien muerto con más de 24hs… sin preguntarme decidieron que fuese yo.

– ¡Qué hijos de puta!

– Logré escaparme de la quinta a tiempo y he pasado a la clandestinidad. Palito tiene comprados todos los medios de comunicación, vos tenes un sitio pinche que no lo lee nadie, por ende ellos no saben de vos. Pero yo se que te morís de ganas de que lo lea todo el mundo y sin dudas tenes las vías para que esta noticia se haga viral. Me di cuenta cuando te pasó eso de la multa que hasta saliste en vivo con Lalo Mir – Adela sabía mucho sobre mí y eso me daba vergüenza – Antes de escaparme de la quinta me robé los planos de los tres prototipos, están enviados a siete puntos diferentes del globo a personas de mi entera confianza que los van a publicar cuando les ordene o si me pasa algo. Hablo todos los días con ellos, el día que no hable, sale todo a la luz.

– ¿Y yo que tengo que ver? – quise saber.

– Vos vas a hacer viral mi información, Palito la va a leer y me va a tener que depositar diez millones de dólares en la cuenta que él sabe, sino quiere que haga público los planos. ¿Qué es esto? – Dijo Adela. Su pregunta me agarró por sorpresa. Me quedé un segundo mirando lo que acababa de sacar de abajo de su falda. Era un cilindro de cartón…  – ¡¿Qué es esto?! – me gritó…

– ¿Es el aparato que tiró el humo en el hospital y que adormeció a todos? – alcancé a intuir…

Esas fueron las últimas palabras grabadas en el dispositivo. Desperté el viernes al medio día sentado en mi auto, no recordaba nada, no sabía qué hacía ahí. Entre las piernas tenía un sobre que decía «Para Martín», dentro estaba el grabador rectangular con toda la charla registrada. Mareado y confundido, no recordaba absolutamente nada hasta que le di play.


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