Los triángulos son un tema complejo. Vivimos triangulados desde que nacemos. Nos convertimos en la hipotenusa del triángulo parental, luego el hermano es la hipotenusa en la relación con la madre, y si llegara a ser un hermano del mismo sexo la cosa se complica porque son tres de un lado y alguno de los cuatro se queda afuera. Sí, se queda afuera, porque la vida no es cuadrada. En última instancia, los cuadrados son dos triángulos conectados por la misma diagonal, o cuatro triángulos formados por dos diagonales y así hasta el infinito de la infinitud de posibilidades. Más avanzados en la edad, aparece la maestra. Luego es el turno del mejor amigo, que también tiene otro mejor amigo. Luego, los novios versus los amigos y ni hablar de los compañeros de trabajo en relación al jefe y de los jefes de la misma línea con el superior. Para rematar, los triángulos de pareja con las hipotenusas de turno o con los hijos del matrimonio. Un capítulo aparte merecen los triángulos con la suegra o la cuñada.
Si a los quince años le hubiera prestado más atención al profesor de matemáticas cuando explicaba el Teorema de Pitágoras, quizás hubiera aprendido a resolver mejor estos triángulos y me hubiera salido por la tangente en lugar de quedar como la hipotenusa en no pocas ocasiones.
Soy la hipotenusa de Lisandro en la relación son su novia. O su novia fue la hipotenusa en mi relación primera con él. Todavía no lo sé, aunque lo intuyo. Y ese triángulo es complejo porque se sostiene sin querer. No me importa si la ama o no, como tampoco me importa que no me ame a mí. A él sí le importa, porque lo absorbe la culpa hasta que el deseo lo puede y consiente en lo que considera una traición.
No lo veo así. Yo no me meto en su relación con ella y ella no se mete conmigo porque no sabe que existo o porque, suponiendo que lo supiera, tampoco le importa. Entonces no hay traición sino aceptación. Si las cosas funcionan así, conmigo y con ella, qué razón habría de volver plano lo que tiene ya esta forma triangular. Y digo plano porque los polígonos siempre tienen más de dos lados para superar la dimensión monótona que los mantiene bajo presión.
La hipotenusa cierra lo que de otra manera, no existe. Entonces deja de importarme también, aunque lo intuya, si la hipotenusa que ahora soy yo en principio lo fue ella. Somos tres en esta historia, que se caería si alguno saliera. Y quizás por eso, Lisandro de una manera un tanto singular, teme que algún varón le arrebate esta posibilidad y abra lo que ahora cierra. No sería extraño su miedo a perder el estatus sostenido.
Cada vez que terminamos, un par de semanas separados vuelven la situación otra vez triangular, dándome la razón cuando afirmo que esto se sostiene de esta manera o se termina de una vez para los tres, porque ninguno parece estar en condiciones de resistir la tormenta huracanada que nos apremia cuando la presión amenaza la debacle.
La hipotenusa es la base del triángulo. Bien perra podría ser al renunciar, derrocando el triunvirato. Permanecer es mi opción con él. Así lo entiendo, lo asumo y lo acepto. Aunque seguirán habiendo, como hubo, más intentos de resolverlo de otro modo.
Escrito por Lobesia Botrana para la sección:
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