/Yo salí con una mina poseída (segunda parte)

Yo salí con una mina poseída (segunda parte)

La vieja de adelante, como ya dije anteriormente, era una vieja fuerte y sana. De esas viejas que andan a las corridas limpiando la casa sin ningún tipo de dolor. Cuenta la propia vieja, que un día bajando de la terraza, siente que le agarran el pie y se cae rodando por las escaleras. Ese accidente le costó la movilidad completa: se rompió la cadera y quedo en silla de ruedas. Cada tanto se la veía caminando a duras penas con un bastón.

La familia que vivía al lado escuchaba voces, gente (mujeres) que los llamaban por su nombre. Los mismos pendejos habían visto personas dentro de la casa. Para ellos era normal, ya estaban acostumbrados y no les daban mucha pelota. Aprendieron a convivir con los “fantasmas”, a escuchar susurros, ver sombras que se les abalanzan encima y tener pesadillas seguido.

Lorena me había contado de cosas que le desaparecían, presencias que ella sentía, sombras que veía, miradas que percibía. Una de las cosas más fuertes que me acuerdo, era que una noche acostada sintió que le tiraban del pelo y la tocaban completa. Dice que un peso enorme apretó su cuerpo el cual no la dejaba moverse. Sintió como que le pasaban una mano por todo el cuerpo y que en un momento le tiraron fuerte del pelo. Esa sensación se prolongó por 5 minutos (más adelante cuento la explicación sobre cómo puede ser posible esto)

Hay muchas anécdotas más, no las recuerdo todas en este momento. Pero la más impactante fue la que me conto Lorena una noche: Ella se encontraba con una amiga, las dos sentadas en un futon del comedor. El hijo dormía. En algún momento de la conversación, Lorena se empieza a sentir mal, como que le baja la presión. Se siente cansada, boleada, como cuando te levantas después de una derecha bien puesta en la mandíbula. Apoya la cabeza sobre sus brazos, y los brazos sobre las rodillas. Dice que se quedó así sentada un rato, hasta que se durmió. La amiga le conto que ella en esa posición se mecía, como una autista, que empezó a murmurar y del murmullo paso a hablar en un idioma raro, pero en un acento conocido y muy marcado (portugués). Babeaba. La amiga la sacudió, la llamo varias veces, pero Lorena no contestaba. Después de varios minutos, y de que la amiga la sacudiera violentamente, casi desesperada, ella se despertó, como en un trance, totalmente ida y knockeada.

Lorena cuenta que ella cuando se despertó de su “desmayo” vio despegarse una especie de cara de su propio rostro. Y que “eso” (es la única forma de explicar que concuerda con la descripción), se fue por la ventana. Dice que la imagen duro menos de un segundo, pero que le quedo gravada para siempre.

Ya con todas las anécdotas contadas, sumando a las noches que Lorena se desesperaba en la cama porque decía que había alguien parado a los pies, o caminaba alrededor de la cama, me decidí a actuar. Sinceramente no era una forma de vivir, no vivíamos tranquilos, ninguno. Nunca entendí como había hecho esta gente para vivir en esa casa de esa manera. Entonces me fui directo a hablar con mi vieja y el marido. Me cargue el problema al hombro, tenía la forma de llegar a la solución, tenía fe, tenía esperanzas. Sabía y estaba completamente seguro que donde iba a buscar ayuda, era una de las mejores de Buenos Aires.

Fui directo a hablar con Jorge, el marido de mi vieja. Él me derivo a su espíritu más fuerte, más alimentado, más potente, más sabio.

La umbanda se divide en 3 ramas. Los santos (orixas), los cavoclos (antiguos esclavos africanos) y los Exús (espíritus de oscuridad, ladrones, estafadores, asesinos, prostitutas, brujos que fueron dados de una nueva oportunidad para reivindicarse haciendo el bien). El espíritu en cuestión era un Exú. Esa noche me entere de lo peor.

El problema de esta religión, es que al trabajar con espíritus de antiguos brujos muertos, deben ser atendidos, alimentados e iluminados. Cuando esto no se hace como se debe, los espíritus se vuelven más oscuros, burlones, casi demoniacos.

Aquella casa había sido un templo umbanda y al cerrarlo, los dueños nunca levantaron a los espíritus asentados ahí. Paso el tiempo y la única forma de limpiar esa casa era derrumbándola completa. Las indicaciones que se me dieron eran concretas: dejar de vivir ahí. Pero había mas, había algo que yo no sabía, y que debía averiguarlo por mi cuenta. Lorena me estaba ocultando algo.

Al otro día, me la cruzo en el trabajo, yo salía y ella entraba. Ella estaba esperando saber con qué noticias volvía. Le dije que tenía que hablar con ella. Me pidió que vaya a la casa a cuidar al nene, que se había quedado con Silvia. Ella al salir del trabajo iría para allá. Yo no quería ir, tenía miedo, pero tenía que pasar una nueva noche ahí.

Llegue a la casa. Las luces estaban apagadas y se veía por la ventana el reflejo de la tele prendida en la pieza. Se escuchaba el volumen alto y al nene hablando con Silvia. Me asome a la venta y grite el nombre del nene. Nadie me atendió. Yo podía escucharlos, pero ellos a mí no. Volví a llamar. Nada. Cada vez que llamaba, aumentaba la voz. En un momento una voz femenina, tenue, sensual y muy suave me hablo de adentro. No pude entender que era lo que me decía. Volví a llamar. La voz me volvió a responder y esta vez si entendí lo que me decía.

– ¿Quién es? – Escuchar esa voz tan suave era como escuchar el susurro del aire. Era demasiado extraño todo.

– Soy Kumgang, Silvia, abrime.

– No soy Silvia – Me volvieron a responder.

Me desespere, me aterroricé. Los pelos de la nuca se me encresparon. Grite desesperado el nombre del nene y golpee la puerta con la mano abierta. Tan desesperado fue mi llamado, que salió el muchacho que vivía al lado a preguntar q pasaba. Le explique, con un nudo en la garganta.

-Silvia está adentro con el nene – Me dijo el muchacho

Volví a gritar. Y de adentro se escucha la voz del infante

– ¡¡Ese es Kumgang!!!!

Lo escuche venir corriendo, me abrió la puerta y me abrazo… me sentí raro. Atrás apareció Silvia. Le explique lo que me había pasado y ellos me dijeron que no habían escuchado nada, que la tele no estaba tan fuerte. Era imposible, había un trayecto de tres metros máximo de la pieza a la puerta. Esa noche no dormí. La espere a Lorena que llegara de trabajar para preguntar qué era lo que me estaba ocultando.

Esperaba la salida del sol, pero sabía que era inútil, porque había muchas apariciones y cosas raras que también sucedían de día. Esa casa era un infierno.Lorena llego y nos pusimos a hablar.

 

Me contó que cuando tenía once años se le ocurrió jugar al famoso juego de la copa en la puerta del subte, con amigas. A mitad de la invocación, la vela se apagó y la copa se partió. Todos salieron corriendo. Pero fue inútil. A partir de ese día, ese espíritu desconocido venido de las profundidades de la ciudad se había quedado con Lorena, acompañándola todo el tiempo. Incluso hasta ese momento, doce años después.

Le dije que teníamos que irnos de esa casa. Que no se podía seguir ahí. Ella no quería irse, no sabía por qué, pero no quería dejar esa casa. No había forma de convencerla. Decidí llevarla a hablar con el Exú del marido de mi vieja.

Ahí le explicaron que el espíritu q ella llevaba “encostrado”, consumía la energía de ella, y a su vez, los espíritus de la casa se alimentaban de la energía de ese espíritu. Yo no podía creer donde me había metido. Pero ya estaba en la lucha. Había q pelear…

CONTINUARÁ

 Escrito por Kumgang para la sección…

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El año pasado escribíamos:
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